Si el asesinato de Gianni Versace en 1998 frente a su casa de Miami fue el crimen de la década en Estados Unidos, el asesinato por encargo de Maurizio Gucci en 1995 fue el caso que acaparó todos los titulares de Europa. Ambos, dirigentes de grandes firmas italianas y personalidades influyentes en el mundo de la moda, murieron de la forma más inesperada en casos envueltos en un halo de misterio que invitaban al debate y el escándalo.
Pero si bien la muerte del primero ya se había tratado en una de las temporadas de la serie ‘American Crime Story’ de Ryan Murphy’, el del segundo aún no se había tocado ni en la pequeña ni en la gran pantalla. Ahora, Ridley Scott se pone sus mejores galas para tratar el caso su nueva película, ‘La casa Gucci’, una rocambolesca cinta cargada de lujos, fiestas, conjuras y venganzas. Y no es para menos si tenemos en cuenta que quien orquestó todo el asesinato fue la esposa de Maurizio, Patrizia Reggiani, interpretada por la cantante y ganadora de un Oscar Lady Gaga.
Carne de sensacionalismo
El 27 de marzo de 1995, Maurizio Gucci fue asesinado a tiros por un hombre en las escaleras de su oficina en Milán. Giuseppe Onorato, encargado del edificio, también recibió un disparo y fue quien intentó socorrer a Gucci. El asesinato a uno de los hombres más populares del papel couché italiano pronto acaparó toda la atención mediática. Mucho más aún cuando se detuvo al asesino, Benedetto Ceraulo, un ladronzuelo de 35 años que había sido contratado para el crimen. Junto a Ceraulo fue detenido el chófer que lo esperaba, Orazio Cicala.
Desde el primer momento, se pensó que el asesinato podía estar relacionado con las disputas dentro de la familia Gucci por el control de la empresa o, incluso, con la mafia o misteriosos financieros árabes. Y es que, 2 años antes de su asesinato, Maurizio Gucci vendió el 50% del imperio familiar que manejaba al grupo árabe Investcorp para abrir casinos en Suiza y otros países. Pero tras 23 meses de investigación, una pista anónima, aún desconocida a día de hoy, llevó a los investigadores hacia la ex mujer de Gucci, Patrizia Reggiani.
Así se descubrió que la ex mujer del rico heredero había contratado, a través de su amiga, la vidente napolitana Giuseppina Auriemma, a los dos hombres para un crimen que ella misma había urdido. De hecho, como se muestra de forma anecdótica en la película, el mismo día del crimen, la mujer escribió en su diario la palabra “Paraíso”. ¿El móvil? Que Patrizia Reggiani, divorciada de Maurizio desde 1994, no quería renunciar a su privilegiada posición ni al apellido Gucci, como tampoco quería que su ex marido se casara con Paola Franchi.
Una femme fatale sin reparos
Aunque la película se centra más en la vida de desenfreno que llevaba la pareja desde su matrimonio en 1972, las disputas familiares de Maurizio con sus tíos por el control de la firma y termina con la detención de Patrizia, lo cierto es que el juicio fue muy mediático y daría para una propia cinta. En primer lugar, los abogados de la acusada alegaron que había pasado por quirófano en 1992 por culpa de un tumor cerebral y que, por tanto, no estaba en condiciones de ser juzgada. Sin embargo, el juez consideró que era una mujer consciente de sus actos y el juicio se acabó celebrando.
La acusada intentó hacer creer que fue la vidente quien tejió todo el plan para luego chantajearla y hacerle pagar una cuantiosa suma por ello, pero nadie la creyó. Desde el primer momento, la prensa mostró la imagen de una Patrizia ambiciosa, fría, manipuladora y despiadada capaz de hacer de todo por el dinero y el estatus. “Valió la pena cada centavo”, llegó a comentar en los tribunales. Toda Italia, y el mundo en general, la veían como una viuda negra y el juicio terminó con una condena de 26 años.
De hecho, para entender la personalidad de Patrizia solo hay que conocer algunas de sus citas. “Prefiero llorar en un Rolls-Royce que ser feliz en una bicicleta”, aseguró en una entrevista. “Sabía que era débil, pero yo no lo era. Le presioné tanto que se convirtió en presidente de Gucci”, comentó en otra ocasión en referencia a su papel en los negocios de Maurizio y la manipulación que sobre él ejercía. Incluso rechazó salir antes de prisión, donde pasaba sus días acompañada de un hurón, a cambio de buscar un trabajo. “Nunca he trabajado en mi vida y no pienso hacerlo ahora”, alegó.
Patrizia cumplió 17 años de condena y, finalmente, sí que llegó a trabajar los dos últimos años en una tienda de bisutería en Milán. Es en esta ciudad italiana donde aún vive a día de hoy y donde se la puede ver pasear siempre con un guacamayo azul al hombro. De hecho, vive de la asignación anual de un millón de euros que recibe de la familia Gucci por el acuerdo que firmó con Maurizio en 1993. Y tal y como se ve en el cinta, se niega a dejar de usar el apellido de la firma y aún sigue manteniendo esos aires de diva que siempre la caracterizaron. Algo que cabe esperar de una mujer que, tras su liberación, dijo sin pelos en la lengua que contrató a un sicario porque tenía mala visión y no quería fallar.