“Las balls son reuniones de personas a las que no se les deja entrar juntas en cualquier otro sitio”, dice Blanca Rodriguez-Evangelista, una de las protagonistas de la exitosa serie ‘Pose’, una de las últimas genialidades del prolífico Ryan Murphy para FX que también se emite en HBO. La ficción trata sobre las ballrooms, una subcultura nacida en los años 20 en el barrio neoyorquino de Harlem como una escena queer y que eclosionó durante los 80 como espacio de articulación de presencia gay y transexual entre los afrodescendientes y latinos de Nueva York. En la comunidad ballroom convergieron varios puntos clave como la defensa de los derechos del colectivo LGTBI y el antirracismo, así como una respuesta a la epidemia del sida. Las balls eran, básicamente, competiciones de modelaje donde los concursantes desfilaban y eran calificados por un jurado en varias categorías, desde el físico y el vestuario, hasta la belleza y el baile.
La frase del inicio resume justamente el desarraigo y exclusión de una comunidad que necesitaba refugiarse en estos colectivos para recobrar el sentimiento de pertenencia social. Al abrigo de estos espacios comunitarios y seguros para personas marginadas y, por qué no decirlo, repudiadas, se desarrolló el voguing o vogue, una forma de baile que se inspira en las poses de las revistas de moda, los jeroglíficos y las artes marciales a través del cual se expresaban todas esas emociones y sentimientos que la persecución les reprimía. “Una ball es un espacio seguro de empoderamiento donde cada participante puede expresarse libremente. Se trata de una competición de carácter social, político y artístico que permite exteriorizar frustraciones personales o colectivas en la pista de baile”, explica Silvi ManneQueen, conocida fuera de España como Mother Spain por ser la pionera del voguing a nivel nacional.
Antes de ‘Pose’, el mejor referente audiovisual hasta la fecha sobre la cultura ball era ‘Paris Is Burning’, de la directora Jennie Livingston y estrenado por primera vez en 1991. Este documental ofrece un retrato íntimo de la estructura organizativa de esta comunidad, conocida como “casas”, que organizaban feroces concursos de trofeos y, al mismo tiempo, ofrecían sustento en un mundo en el que proliferaba la homofobia, la transfobia, el racismo, el sida y la pobreza. “Es como adentrarse en el país de las maravillas. En un desfile, te sientes orgulloso de ser gay”, asegura un asistente durante la grabación del documental, que por primera vez exponía y daba voz a legendarios vogueros, drag queens y mujeres transexuales como Willi Ninja, Pepper LaBeija, Dorian Corey y Venus Xtravaganza.
“Es un baile político que reivindica diferentes aspectos como la libertad de expresión o la aceptación y que ofrece un espacio seguro donde poder experimentar junto a otras personas que están en la misma situación, e incluso junto a otras de mayor experiencia que se ofrecen de guía. Se generan lazos de afecto y apoyo que, en muchas ocasiones, no han tenido en sus familias de sangre y que convierten a esas personas en la familia elegida, donde los líderes con mayor experiencia juegan el rol de cabeza de familia, haciéndose llamar ‘madre’ o ‘padre’ por el resto de los miembros”, explica Silvi ManneQueen.
Ella ejerce en España de madre de una casa, la Kiki House of F.A.B, sobre la que no duda en destacar el valor más trascendental de su existencia. “Tengo alumnos que me dicen que el voguing es como una terapia y que, además de la mejora en los pasos de baile, ven mejoras en situaciones cotidianas de su vida. El pertenecer a un grupo o estar en contacto con personas que están en una situación parecida o muy diferente, pero que buscan no ser juzgados ante situaciones de vulnerabilidad, ayuda a iniciar ese proceso de despojo”.
Aunque el contexto haya variado y la cultura ballroom haya prescindido de ese elemento clandestino, pervive en la actualidad esa fuerza catalizadora y de empoderamiento donde cada participante puede expresarse libremente. “Implica un trabajo personal de quitar barreras, muchas veces sociales y otras propias, de ganar autoconfianza y de mejorar la autoestima”, matiza ManneQueen. Para muchos, el fin es poder llegar a ser lo que quieren ser despojándose de ‘etiquetas’ o ‘capas’, pero con mucho ritmo.
Los estilos de VOGUE
OLD WAY (pop, dip & spin). Se caracteriza por la sucesión de poses con mucha presencia y estilo y movimientos lineales y angulares inspirados en artes marciales y movimientos militares. Se pueden ver referencias de este baile en el archiconocido videoclip de Madonna, Vogue.
NEW WAY. Aquí las líneas y ángulos se mantienen, pero la velocidad de los movimientos se incrementa, además de añadirse efectos visuales y contorsionismo. Uno de los bailarines más conocidos en este estilo fue Willi Ninja.
VOGUE FEM. Es el estilo más llamativo a nivel visual. Inspirado en la mujer y en la técnica de las Fem Queens —nombre con el que se conoce a las mujeres trans—. Este estilo persigue la exaltación de los atributos asociados a la feminidad con movimientos de caderas sensuales y de manos y brazos circulares y fluidos.
**Artículo originalmente publicado en el número 53 de Vis-à-Vis. Compra tu ejemplar en quioscos o descarga la edición digital interactiva para iOS o Android.