Putochinomaricón: “Poco se habla del burnout de los activistas”

Este artista hispano taiwanés supo hacer de las burlas su mejor estandarte y, ahora, quiere ser la voz de los disidentes. Así es Putochinomaricón.

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Su alter ego es ya su mejor carta de presentación. Y es que, pese a que Chenta Tsai (Taiwán, 1990) se define como aburrido, Putochinomaricón no deja nunca indiferente a nadie. Con una mezcla de estilos y un lenguaje muy descarnado, hace canciones que, desde la sátira y lo kitsch, logran mover conciencias. Transformó todos los ataques homófobos y xenófobos que recibía en una coraza para desarmar a todos los que buscaban menospreciarle.

Gente de mierda fue el tema que le hizo popular, pero otros como Tamagotchi o Tú no eres activista lo han mantenido en una industria musical que no suele visibilizar a las minorías. Ahora, presenta ‘Afong (Mordió la mano del amo)’, el primero de un proyecto de cuatro discos con el que mostrar toda su efervescencia creativa.

Estamos en vísperas del Pride. ¿Estás cansado de que, principalmente, se te asocie a esto?
No. Poco a poco, la gente va preguntando a mis múltiples yoes. Pero es inevitable, siendo una persona no hegemónica en España, es decir, racializada taiwanesa y disidenta de género, que estas preguntas salgan. Ya he congeniado con eso. Además, gracias a las múltiples diversidades y otres artistes racializades, este discurso se está colectivizando, que es lo importante. No quiero que se quede como una opinión personal, sino como una vivencia colectiva.

Muchos conocen a tu personaje, Putochinomaricón, pero no tantos a Chenta. ¿Cómo te definirías fuera de los escenarios? 
Soy una persona que reivindica mucho el ser aburrida —ríe—. Un referente disidente sexual de género para mí es la Bruja Aburrida de ‘Las tres mellizas’. Además de molestar a la sociedad, estaba haciendo pedagogía gratis a las tres mellizas de no vivir del cuento, del amor romántico y los mitos de las cisheteronormatividad blanca. Me siento muy asociado a la Bruja Aburrida, hablando en mi cuarto solo y con un búho mientras veo Netflix —ríe—. Y luego, en cuanto a curiosidades sobre mí, creo que la gente que me escucha ya no se sorprende de nada —ríe—. Soy runner, pero eso no se puede decir en alto todavía, se demoniza mucho a la gente que corre.

“Todavía no existe una industria de la música en España”

¿Hay que romper con la corrección lingüística para agitar y lograr un cambio?
En mi caso siempre ha sido así. La lengua materna de mis padres es el chino y, aunque conmigo intentaron esforzarse para que habláramos solamente en español en casa, acabamos hablando “espanchinglish”. Hemos construido nuestro lenguaje propio y, al escribir canciones, a mucha gente le choca la forma en la que fraseo o compongo la letra porque no es normativa, pero tampoco es mi intención. Es mi forma de ver la vida. Yo crecí hablando de esta manera. En países angloparlantes esta deconstrucción del lenguaje está mucho más visible y es un reflejo de la multiculturalidad de un lenguaje. Es algo colectivo y otres compañeres racializades también han consolidado lenguajes propios con sus familias. Es la realidad de una persona migrante racializada.

También eres arquitecto. ¿Tu formación influye en la forma de concebir tus canciones y videoclips?
Sí. Da igual que medio artístico utilices para expresarte porque hay unos códigos que son muy parecidos. Me acerco a mi proyecto de una forma muy parecida a como yo consolidé mi proyecto de final de carrera y máster. La Arquitectura te enseña a ver un proyecto en su totalidad y apreciar cualquiera como un sistema. Y me acerco a la música de esa manera.

¿Hasta qué punto es difícil vivir de la música en España?
Mi caso es muy particular porque no solo hago música y me expreso en diferentes medios. Pero creo que todavía no existe una industria de la música en España. Y tengo que compaginar mi proyecto musical con otros proyectos para vivir. Lo que presento en directo tampoco es música solamente. Hay muchas intersecciones que se manifiestan en una misma disciplina. Vista de manera estricta como cantante y musica, de momento, no me podría funcionar, honestamente. En mi proyecto yo soy le ingeniere y  mi propia industria, mi industry plant. Esto ya lo notaba cuando estudiaba en el Conservatorio Superior de Madrid y lo compaginaba con Arquitectura.

Putochinomaricón

‘Afong (Mordió la mano del amo)’ es un mixtape que surge del debate sobre lo que diferencia a un artista de un creador de contenido.

‘Ojalá pudiera acceder a las instituciones, pero no es mi especialidad”

Orgullo, raza y sexo

Tu nombre artístico es una forma de fortalecerte contra los insultos que intentaban debilitarte. ¿Qué otras formas hay de soltar un zasca a la homofobia?
Desde las instituciones. Ojalá yo pudiera acceder a ellas, tener esa valentía y ese vocabulario y conocimiento, pero no es mi especialidad. Siempre digo que mi trabajo es como un caballo de Troya en el que sirvo más como un medio para que la gente conecte con nuestras vivencias. Pero el trabajo duro lo hacen mis compañeras del colectivo Ayllu, la Kiki house of Laveaux o muchas compañeras racializadas como Catarsia, colectivo de jóvenes asiáticodescendientes, o Liwai.

¿Cómo sientes la representación y visibilidad de la comunidad LGBTQ+ en la industria musical actual?
Un ejemplo muy claro es Arca. Es una icona y una diosa de la música en todos sus espectros y, aun así, ¿cuántas veces la escuchamos en Los 40 Principales, MTV o Europa FM? Eso ya dice muchas cosas. Arca es un referente mundial y no solo a escala de España. Su carrera es un claro ejemplo de la manera en la que se nos percibe todavía a las disidencias.

Se te define como activista. Además de con tu música, ¿qué otras formas de activismo estás llevando a cabo? 
Me cansé y me quemé muchísimo en 2019. Poco se habla del burning out de los activistas. Admiro muchísimo a las personas que dedican toda su vida a ser activista porque es una gran labor. Yo, en un principio, estaba muy activa y trabajaba dentro de SOS Racismo como voluntarie, pero poco se habla sobre el burning out en estos espacios y la exigencia que tienen muchas personas dentro de las comunidades hacia ti. Ahora mismo me dedico a la música y construyo mi espacio creativo.

“He vivido racismo dentro del propio colectivo”

También publicaste en 2019 tu libro ‘Arroz tres delicias: sexo, raza y género’. ¿Qué es lo que más te ha costado vivir con libertad?
No tengo ni idea —ríe—. Es imposible separarme de estos tres conceptos. Antes decía que antes primero de todo era una persona taiwanesa, pero retiraría lo dicho porque, ahora mismo, está todo en el mismo plano. Con este clima político es importante reivindicar todos nuestros múltiples yoes. Pero diría que es difícil ser una persona racializada y disidenta sexual de género a la vez. Es una pregunta muy buena y ojalá poder respondértela —ríe—.

Y hablando de esta doble marginación, ¿dentro de la propia comunidad LGTBQ+ se vive también este prejuicio y racismo?
Sí. ¿Siguiente pregunta? —ríe—. Totalmente, he vivido racismo dentro del propio colectivo. Es muy complejo y entiendo que hay una pirámide de necesidades y que en España, donde la mayoría y la gente en poder sigue siendo blanco. Entiendo que pongan otras cosas en preferencia antes que nosotres. Todo llegará a su tiempo. Pero yo me he sentido muy incómode en espacios disidentes sexuales y de género. Y no solo en relaciones sexo afectivas, sino también afectivas y a la hora de trazar amistades.

¿Algún tema ligado al movimiento LGTBQ+ que aún necesite visibilidad?
El tema de la clase, que se nota muchísimo —ríe—. Yo soy taiwanés y emigré a España con 10 meses. Nunca he tenido la oportunidad de estar mucho tiempo allí hasta la pospandemia, que me quedé casi dos años en Taiwán. Se nota muchísimo el clasismo. Amo al colectivo LGTBIQ+ de Taiwán, pero en todos los espacios hay barreras invisibles ,como las idiomáticas, o que estén construidos por ABC (American Born Chinese), personas que vienen de Estados Unidos a abrir sus negocios en Taiwán. Y claro, todo eso dificulta la accesibilidad de muchas personas disidentes. Esto también puede extrapolarse a España y da mucho de qué pensar.

Fotos: Neelam Khan Vela