“Gracias iglesia, ¡vamos a liarla!”. Ese grito alentador resuena en un pequeño teatro de un Colegio Marista de Madrid, que está poco acostumbrado a albergar actos como el que tuvo lugar ese domingo. El emisor de esa suerte de arenga adolescente es Juan Mejías, el pastor de Hillsong España, una iglesia protestante de origen australiano que es capaz de publicar en Instagram un versículo de la Biblia con una foto de Pinterest y conseguir un ‘me gusta’ hasta del más ateo. Nada más cruzar la puerta, la pegadiza Can’t stop the feeling!, de Justin Timberlake, ameniza la espera de decenas de personas allí congregadas. Hace menos de un año que esta peculiar iglesia recaló en la capital después de triunfar en Barcelona con su evangelización hipsterizada, donde llevan ya cuatro años llenando teatros cada domingo. “Hillsong España nació en un Starbucks con seis personas”, confiesa Mejías. Hoy son más de 1.200.
Según reza el mensaje de bienvenida a su web, “Hillsong nació para alcanzar e influenciar el mundo a través de la edificación de una gran iglesia Cristo-céntrica”. La ‘geolocalización’ del término no es baladí, sino que es una meta. Esta comunidad liderada por pastores que parecen sacados de una agencia de modelos está instalada ya en ciudades como Nueva York, Ámsterdam, Barcelona, Ciudad del Cabo, Copenhague, Kiev, Londres, París, Lyon, Düsseldorf o Estocolmo. En total, están sobre el terreno en 15 países de Europa, Asia y América. Su predilección por las grandes urbes tiene un claro objetivo: atraer a la gente joven.
Para alcanzar esa comunión con Dios han depositado la mayoría de los esfuerzos en la música. “La gente viene aquí con mil motivos. Obviamente, nuestra intención es que salgan de aquí con Dios, pero no nos importa cómo entran”, asegura el pastor Juan Mejías. Este joven barcelonés de 28 años luce un tupé perfectamente peinado, una barba concienzudamente recortada, camisa ajustada desabrochada dejando entrever un torso depilado, pantalones pitillo raídos por las rodillas y un par de anillos plateados que pueblan sus manos. Si no le vieses encima del escenario citando el Nuevo Testamento con la cadencia de un rapero, creerías que es un influencer con mucho ‘rollo’.
Desde su fundación en 1986, ha pasado de una parroquia en un suburbio de Sídney a un imperio que factura más de 87 millones de euros al año a nivel internacional
Desde su MacBook Air, Mejías predica el mensaje de Dios ante una legión de seguidores que responde con gritos de aprobación a cada una de sus palabras. “No hay ningún nombre por encima de tu nombre. Ni siquiera el cáncer, ni siquiera la depresión, ni siquiera la falta de provisión. Eres más poderoso que cualquier circunstancia”, grita a una parroquia llena de veinteañeros. Conforme avanza la misa, las aclamaciones al Señor se entremezclan con pausas para promocionar eventos patrocinados por la iglesia y proyectar imágenes ‘inspiracionales’ con la estética de un videoclip de Calvin Harris.
Como una multinacional
Aunque no lo creas, seguimos en una misa. Si hasta ahora cada detalle te ha parecido más propio de un festival de verano, tal vez te descoloque la idea de que en una reunión Hillsong no se pasa el cepillo, sino el datáfono. Es decir, a misa con la Visa. Los más críticos con esta iglesia aducen que un ritual tan espiritual no puede estar lleno de frivolidades que desvían la atención del mensaje. “Les diría a los críticos que vengan a vernos y a escucharnos. Somos una iglesia conservadora en el mensaje, pero cambiamos la carcasa”. Mejías se aferra a la máxima de “renovarse o morir” y argumenta que, precisamente, el uso de las nuevas tecnologías para transmitir la palabra de Dios les ha permitido acercarse a mucha gente joven que detesta lo que la iglesia siempre ha representado. “Cuando entran aquí, y escuchan otro ángulo desde el que se puede entender a Dios, les encanta y empiezan ese proceso espiritual”, asiente.
Una evidencia común en todas las reuniones de Hillsong es la presencia y participación activa de los jóvenes, justamente un sector poblacional más relacionado con la desafección hacia la institución católica. Según el último barómetro del CIS, en la última década, al menos un millón de personas han dejado de acudir a misa. Mientras tanto, Hillsong no deja de abrir y ampliar sus parroquias a caballo entre un club nocturno y un concierto de pop-rock. En Madrid, han pasado de un pequeño teatro en un colegio a llenar todos los domingos el Palacio de la Prensa. “Lo que está decreciendo es el cristianismo folclórico, ese que se relaciona con Franco. Nuestra responsabilidad como iglesia es borrar esa imagen y demostrar que hay algo fresco y diferente en Dios”, suscribe Mejías.
La maquinaria ‘marketiniana’ y financiera del fenómeno Hillsong deja al milagro de los panes y los peces en una simple anécdota. Desde su fundación en 1986, ha pasado de una parroquia en un suburbio de Sídney a un imperio que factura más de 100 millones de dólares al año –unos 87 millones de euros– a nivel internacional. Y todo por la gracia de Dios, dicen sus creadores. “Estoy convencido, sin lugar a dudas, de que Dios no nos creó para vivir una vida mediocre”. Detrás de estas palabras más propias de ‘El lobo de Wall Street’ está Brian Houston, fundador y promotor de este fenómeno basado en el sincretismo de las iglesias evangélicas y la cultura de los jóvenes cristianos. Y para que lo anacrónico y lo mainstream conjuguen perfectamente existe la milagrosa música. Hillsong Music, su principal fuente de financiación, ha producido en las dos últimas décadas más de 40 álbumes en distintos idiomas, ha vendido más de 16 millones de discos y tiene un canal de YouTube con casi un millón de suscriptores.
Pero no pienses que su música es parecida a las canciones que tarareabas en las convivencias que organizaba la parroquia de tu barrio. Los temas de Hillsong son auténticos hits que podrían sonar perfectamente en un festival de EDM. “Jesús, me encuentro en tu libertad / Esto es amor verdadero, esto es amor verdadero”, reza Real love, uno de sus temas más conocidos, una mezcla de dubstep y pop millenial que tiene casi 12 millones de reproducciones en Spotify. Pero el reconocimiento no proviene únicamente de sus devotos, sino que la industria musical también se ha rendido a sus pies y, en 2016, le concedió el American Music Awards al mejor grupo de música ‘inspiracional contemporánea’. Sí, existe esa categoría.
La sombra de la duda
Detrás de esta corporación basada en la adoración cristiana hay un apellido omnipresente, Houston. Brian y Bobbie son los pastores principales de Hillsong, ambos son la encarnación del matrimonio perfecto. Él, un mesías engominado con una voz cautivadora. Ella, una predicadora con una personalidad arrolladora y un perfecto bronceado. Sus cuatro hijos, Ben, Joel, Laura y Sabrina, ocupan puestos de liderazgo dentro de la iglesia, pese a que los fundadores niegan rotundamente que se trate de un negocio familiar. Pero el caso es que lo es. Entre tanta estampa idílica, los Houston también se han visto salpicados por la polémica cuando acusaron al padre de Brian de abuso de menores o cuando dos miembros de la iglesia fueron apartados tras reconocer su homosexualidad.
“La gente en España está acostumbrada a traer un céntimo y se enciende una velita, pero un teatro en el centro de Madrid no se alquila con un céntimo”, Juan Mejías (Hillsong España)
La forma de financiarse es otro asunto sobre el que planea la sombra de la duda. Es conocida la ambición enriquecedora de Brian Houston que, en 1999, escribió un libro titulado ‘Usted necesita más dinero’, y en sus intervenciones siempre hay implícito un mensaje de prosperidad. Durante los sermones, los pastores animan al diezmo o, como ellos lo llaman, “ofrendas de amor”, que según un reportaje de investigación del canal australiano Nine representan el 10% de los ingresos de la iglesia. “La gente en España está acostumbrada a traer un céntimo y se enciende una velita, pero un teatro en el centro de Madrid no se alquila con un céntimo”, explica el pastor principal de Hillsong España.
Mejías reconoce que con lo que recaudan entre Barcelona y Madrid sufragan su propio sueldo, el de su esposa Damsy Mich, también pastora, el del responsable creativo y el de coordinación de grupos. El resto del equipo formado por músicos, fotógrafos, técnicos y asesores son voluntarios. Asegura, además, que realizan diferentes eventos sociales a nivel local como visitas al barrio marginal de La Mina (Barcelona), campañas de recogida de juguetes en Navidad y asesoramiento a personas en riesgo de exclusión social. Y, a nivel internacional, detalla que Hillsong colabora con organizaciones que luchan contra la trata de personas y la esclavitud sexual y financia varios proyectos infantiles en India y África. En su web informan de que todo aquel que quiera contribuir a la causa puede hacer una aportación de entre 1.200 y 5.000 euros al año. “Dios dice que si le pones el primero, tu vida es beneficiada”, sostiene el joven pastor español.
Las dudas que acompañan a Hillsong no impiden su imparable expansión por todo el mundo. Desde su Universidad en Australia preparan a los futuros pastores encargados de transmitir la palabra de Dios como si fueran coaches. Su trabajada filosofía de comunidad hace que todo aquel que se acerque a la iglesia sienta que forma parte de un fenómeno global que tiene entre sus filas a famosos como Justin Bieber y Selena Gomez. “Dios no te ama más porque traigas más dinero, pero estás impactando más cuanto más aportes”, proclaman desde Hillsong España. Sin más, llega el momento de darse la paz. Suena el ‘temazo’ de Daft Punk, Get Lucky.
*Artículo originalmente publicado en el número 49 de Vis-à-Vis. Pide tu ejemplar en papel en tienda.ploimedia.com o descarga la edición digital interactiva para iOS o Android.