Visitamos Desert City, un oasis de cactus en Madrid

Si eres un amante de las plantas xerofíticas, no te puedes perder este vivero biotecnológico.

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Está a poco menos de 30 kilómetros al norte de Madrid y, en su interior, una veintena de expertos investigan y cultivan las 400 especies que forman este oasis capitalino. Su fundadora, Mercedes García, nos cuenta cómo se le ocurrió la idea de traer el desierto a la ciudad.

El jardín botánico que ha levantado Mercedes es un banco de pruebas de 5.000 metros cuadrados en el que se determina el grado de adaptación de las plantas xerofíticas –de escasas necesidades hídricas– procedentes de parajes naturales áridos y semiáridos del planeta en un entorno mediterráneo, como los cactus. Desert City quiere abanderar la idea de que hay una nueva manera de hacer espacios verdes sostenibles –se ahorra en consumo de agua y de tiempo– en el interior y en el exterior de las casas.

Este tipo de jardines xerofíticos son estéticos, autosuficientes –en este recinto solo trabaja un jardinero–, originales y tendencia. Son el mañana. “Yo estoy apostando por el futuro”, explica Mercedes. El clima de Madrid, la falta de precipitaciones, la sequedad y la desertización invitan a pensar que no tiene mucho sentido desafiar a la naturaleza y levantar un jardín tipo inglés, que requiere mucho agua y un gran cuidado, donde llueve casi lo mismo que en un desierto.

Han pasado algo más de treinta años desde que Mercedes adquiriera su primer cactus. No se le ocurrió mejor manera de celebrar la matrícula de honor que obtuvo en el examen de Fisiología Vegetal de la carrera de Farmacia que comprando un ejemplar conocido como el “asiento de la suegra”. Empezó a coleccionar cactus y suculentas porque se enamoró de las plantas xerofíticas al descubrirlas mientras estudiaba. En cada viaje de trabajo siempre se traía de vuelta algún esqueje o maceta, lo plantaba y colocaba en el jardín de su casa para ver cómo respondía. “Lo bueno de los cactus es que no requieren mucho trabajo”, añade la fundadora de Desert City.

Tecnología punta

Los cactus son supervivientes natos. A pesar de su dieta a base de poco agua y escasos nutrientes los hay que alcanzan los 90 años de edad. Saben y pueden adaptarse muy bien al medio en el que viven. Gracias a la extrema sensibilidad que ostentan son capaces de absorber la humedad del suelo y desarrollarse bajo una rigurosa radiación solar. Son plantas que han hecho del severo desierto un hogar acogedor. Eso mismo es lo que ha pretendido construir esta ‘cactófila’ mujer de la mano del estudio García-Germán Arquitectos.

A partir del jardín –donde se plantaron en el suelo los cactus de la colección personal de Mercedes y de otros coleccionistas, como Don Antonio Gómez Sánchez, autor de la ‘Enciclopedia ilustrada de cactus y otras suculentas’– se puso en pie el edificio que alberga el invernadero del siglo XXI que hoy se ve. Un vivero tecnológico en el que se aplican conocimientos de biotecnología. Las plantas de este lugar están micorrizadas, es decir, forman simbiosis con hongos –asociación habitual en los vegetales, puesto que es frecuente, incluso, que diferentes hongos se asocien (micorricen) a la vez con la misma planta–, lo que mejora su capacidad para defenderse de plagas y enfermedades y se traduce en un uso menor de fitosanitarios y plaguicidas. La tecnología se registra en el riego subterráneo, en las placas solares, en la geotermia –7.000 metros lineales de tuberías–, en un intercambiador de calor con el suelo para aportar una temperatura basal de 16 grados y en las cámaras bufas de amortiguación en el invernadero central. “Se intenta minimizar el consumo de la energía medio ambiental y el monedero”, explica Mercedes.

En cuanto a la gestión de los residuos no producen muchos, ya que este jardín no requiere una poda excesiva. El residuo generado se composta. Todo está calculado al milímetro. Completan las instalaciones un sky garden que se utiliza como zona de prueba para ver qué especies sirven o no para las cubiertas vegetales de las viviendas y un anexo en el que se ubican dos invernaderos en los que se hace la recría de las plantas. No hay que olvidar que esto es un vivero de producción y de comercialización de plantas xerofíticas.

Mercedes pudo poner en marcha semejante centro de investigación, desarrollo y exposición gracias a los beneficios obtenidos por la compañía biotécnica en la que trabajó hasta los 45 años como ejecutiva con responsabilidad internacional al lanzar al mercado una terapia triple –tres moléculas formuladas en una sola pastilla– como tratamiento antiretroviral para el VIH. Con un buen dinero en el bolsillo decidió abandonar la industria farmacéutica, se aventuró a comprar una farmacia en Madrid, se matriculó de nuevo en la universidad –Ingeniería Agrónoma– e invirtió todas sus ganancias en su verdadera pasión, los cactus. No obstante, reconoce que cuando fue a comprar su primer cactus hubiera agradecido mucho que estuviera acompañado de una ficha explicativa, tal y como lucen los que ahora se venden en Desert City. Un sitio donde el trabajo que no se ve es muy importante. Un sitio en el que los visitantes aprenden que la Antártida es el mayor desierto de la Tierra.

*Artículo originalmente publicado en el número 50 de Vis-à-Vis. Pide tu ejemplar en papel en tienda.ploimedia.com o descarga la edición digital interactiva para iOS o Android.