Su cine es de lo más bizarro y escatológico que puedes ver. Pero entre tantos excrementos y fluidos se esconde un universo profundo y simbólico que, a través de grotescas y descarnadas metáforas, nos conecta con nosotros mismos. Eduardo Casanova (1991, Madrid) tiene claro que van a hablar de él y no siempre bien. Y es que el precio de ser fiel a uno mismo, expresarse sin tabúes y sobrepasar límites, a veces, pasa por la incomprensión y crítica. Con su primer largometraje, ‘Pieles’, dejó a todos impactados. Ahora, vuelve con ‘La Piedad’, una cinta protagonizada por Ángela Molina y Manel Llunell que versa sobre las relaciones totalitarias y la dependencia de madre e hijo. Una reflexión feroz bañada de tonos pastel y con ecos a Pionyang que el director ha vivido como un catarsis.
Presentas ‘La piedad’, una película centrada en las relaciones tóxicas entre madre e hijo. ¿Se nos olvida que la toxicidad no solo se da dentro de la pareja sentimental?
No creo que se nos olvide y se sufre y convive con ello. Relacionarse para el ser humano es imprescindible pero, a la vez, es algo complejo y complicado. Cada persona y relación es un mundo completamente diferente. Ninguna relación se parece a otra, aunque todas están bañadas por un constructo social que las atañe. Todas, todos y todes sufrimos, a veces, lo complicado de relacionarse.
¿Banalizamos lo tóxico?
No una banalización, pero sí una forma de utilizar la palabra tóxico o sano de una forma demasiado fácil. Tenemos que ser un poco más empáticos con nosotros mismos. No sabemos hacer las cosas bien siempre. A veces,nos confundimos y eso no quiere decir que tu relación o que tú seas completamente una persona tóxica o sana. Es como cuando usamos lo de estoy loco, deprimido o soy tóxico. Tenemos que dejar de hablar en términos tan generales que nos definan al 100% como individuos. Todo es mucho más relativo. Todo pasa por entender que somos imperfectos y no tenemos la verdad absoluta de nada.
“Kim Jong-il me parece un personaje interesante artísticamente”
En la película haces referencias a la dictadura norcoreana para mostrarnos la dictadura de las relaciones. ¿Cómo se logra escapar de un tirano sentimental?
No es fácil escapar. El maltrato es una cosa bastante compleja que te genera culpa y un síndrome de Estocolmo. Te hacen luz de gas y acabas pensando que eres tú quien hace mal. Ojalá yo tuviera la respuesta a cómo escapar, porque creo que todos nos enfrentamos alguna vez a ese tipo de relación. Lo que yo hago para sobrevivir en mi día a día es intentar conocerme y respetarme lo máximo posible para vivir en sociedad.
Todos critican a Corea del Norte y es fácil ver el horror de su dictadura. ¿Pensaste en hablar de otras dictaduras no tan evidentes?
No pensé en otro régimen dictatorial porque el que me interesaba era el de Corea del Norte y el personaje que me fascina es el de Kim Jong-il. Me parece un personaje interesante artísticamente, dejando atrás la opinión moral y política. Era un cinéfilo que quería ser director de cine y tuvo que dictar sobre un país porque pertenecía a la dinastía de los Kim. Raptó al cineasta surcoreano Shin Sang-ok y a su mujer, Choi Eun-hee, para que hicieran cine en su país. Jong-il construyó Pyongyang como un plató de cine gigantesco, que es una frase que aparece en la película y en el libro ‘Producciones Kim Jong-Il presenta’ de Paul Fischer. También me interesa la arquitectura brutalista comunista y la propaganda norcoreana.
“Me da pánico la soledad”
Relaciones y soledad
¿Eduardo Casanova ha vivido relaciones tóxicas?
Claro. He sido tóxico y han sido tóxicos conmigo. Al final, es algo con lo que tienes que lidiar. Todo lo que sucede dentro de una relación no solo se queda en una relación, sino que se meten dentro de tu mochila y debes de trabajarlo para tus futuras relaciones. También creo que es muy determinante tu relación con tu madre y padre. Ellos te crían de una forma y es un modelo que replicas en las relaciones que vienen después. Hay que aprender a construirse a uno mismo y para eso es importante separarse de la familia.
También, visto desde el otro lado, la cinta muestra el terror a estar solos. ¿A ti te da miedo la soledad?
Me da pánico la soledad. Es curioso porque soy bastante poco social, aunque por mi forma de hablar y demás parezco muy sociable. Sin embargo, es paradójico porque me cuesta mucho estar solo y no me gusta. Me siento inseguro e incómodo. Yo envidio mucho a estas personas que dicen que tienen ganas de quedarse solos en casa. Yo vivo solo y no me gusta nada vivir solo. Pero, por otro lado, cuando he convivido con alguien, tampoco me gusta —ríe—. La película, más que hablar del miedo a estar solo, habla de la necesidad de que te necesiten, de sentirte útil para alguien. Somos bastantes inútiles en el sentido del mundo. Por algo muy importante que hagas, nada es importante. El mundo se va a acabar y nada de lo que hayas hecho va a ser útil. Entonces, la idea de ser inútil es algo que está en el ser humano. Por eso, buscamos todo el rato ser útiles para alguien porque nos valida como personas.
“En mis próximos proyectos debo poner un límite por mi propia salud mental”
Si fueras padre, ¿qué serías capaz de hacer por tu hijo y qué límite nunca sobrepasarías?
Yo no soy padre en el sentido literal de la palabra, pero sí siento mis películas como mis hijos, hijas o hijes. Son películas sin género, ni drama, ni terror… Yo estoy educado en una familia donde mi madre ha sido capaz de hacer cualquier cosa por mí y eso es un aprendizaje que tengo. Si lo traslado a mis películas, he sido capaz de llegar muy lejos por mis películas y creo que hay que aprender a saber hasta dónde se puede llegar. Sé que en mis próximos proyectos sí que debo poner un límite por mi propia salud mental, pero no sé decirte lo que llegaría a hacer por un hijo porque no lo tengo.
Dices que no es una película autobiográfica pero sí muy personal. ¿Con qué te identificas más de la cinta?
Con el miedo a la libertad, así de sencillo. Y es curioso porque creo que todo el mundo me entiende como una persona bastante libre a la hora de contar mis historias sin censura o al vestirme. Pero a mí me da bastante miedo la libertad. Eso me lleva a otra de las cosas de la película que es ser extremadamente controlador. Eso es con lo que más empatizo de la película.
¿Has tenido a tu madre presente durante el proceso creativo?
Siempre que escribo un personaje se lo leo a mi madre y, cuando me contesta, transcribo lo que dice. En este caso, es lo que acaba diciendo el personaje de Ángela Molina, Libertad. Mi madre forma parte del proceso siempre, también del creativo, ya que esto está contado desde mi propia experiencia y, en concreto, con mi madre. De hecho, en la escena del parto, una de las más fuertes, toda la prótesis es el cuerpo de mi madre. Se hizo un molde para que fuera el cuerpo de mi madre y que, de alguna forma, viera a mi madre dándome a luz a mí mismo. Es una obsesión un poco oscura, pero estaba ahí.
“Durante el rodaje mi madre y yo dormíamos juntos”
¿Durante el rodaje también recurriste a ella?
Durante todo el rodaje mi madre vivió conmigo en mi casa. Me levantaba con mi madre y, al volver de rodar, estaba allí. Ha sido un proceso bastante inmersivo, como la película. Quería contar esta historia desde un lugar honesto, profundo y casi terapéutico para mí. Entonces, durante todo el proceso de rodaje y creación tuve una relación todavía más estrecha de la que tengo con mi madre. Vivimos juntos en ese momento e, incluso, dormíamos juntos. Yo llegaba al rodaje con las cosas muy frescas para contarlas y es lo que hace que la película esté tan viva.
El papel que desempeña Ángela Molina es sobrecogedor, impactante y terrorífico, pero también humano y, a ratos, entrañable.
Eso es algo que quería recalcar. No hay duda de que el personaje comete actos terroríficos pero, para mí, era importante hacerla profundamente humana y que ella misma reconociese sus propios errores. Creo que esta película nos enseña, aunque es una cinta pesimista y que no cree en la humanidad, a perdonarnos a nosotros mismos cuando sentimos que somos muy erróneos. El personaje de Lily hace cosas muy mal pero, sin embargo, empatizas con él porque es humana. Esto no le justifica el maltrato que ejerce pero lo intenta.
¿Dirías que es uno de los mejores papeles de su carrera?
Es un tema súper delicado porque Ángela Molina ha trabajado con Buñuel, Almodóvar… Ha hecho, absolutamente, todo. Entonces, que el director de la película diga que este es el mejor personaje de Ángela Molina, suena fatal y pretencioso. Yo quiero ser honesto con la prensa pero intento no cagarla ni quedar mal. Puedo decir que estoy muy contento con el personaje y, como fan de Ángela Molina, estaba deseando verla interpretar algo así. Ángela Molina está siempre bien en todo lo que hace pero en esta película se separa mucho de la imagen que tenemos de ella, ¿sabes? Todos la identificamos como la mejor actriz de España pero también con una estética, un físico… El hecho de quitarle todo eso, no sé si es lo mejor, pero sí muy diferente a lo que ha hecho.
“Parece que hay miedo a los coños y eso me parece misógino”
Lo escatológico está muy presente en tus trabajos y, al final, dentro de nosotros mismos. ¿Es una forma de humanizar la cinta?
La peli es muy poética, cuenta cosas a través de metáforas visuales. En mi cabeza, a veces, pasan cosas tan retorcidas que me asustan a mí mismo y la única forma que tengo de contarlas es con una metáfora. Ya pasaba en ‘Pieles’ con el personaje de Samantha, que lo ves de golpe con el ojete en la boca y es escatológico. Sin embargo, lo que cuenta es el hecho de hablar mierda por la boca y tragarnos nuestra propia mierda. En ‘La piedad’, por ejemplo, los vómitos son una metáfora de poder expulsar de golpe toda esa toxicidad que tienen dentro los personajes.
La escena del parto y el desnudo frontal de Ana Polvorosa son escenas poco usuales en el cine. ¿Alguna vez te has preguntado si estás traspasando algún límite?
Bueno, desde que dirijo, vivo con la censura de mi mano. Hay pocos carteles de cortometrajes o, incluso, de ‘Pieles’, que se hayan podido publicar. También hay que tener cuidado con los tráilers para escoger escenas que no sean censurables, sobre todo, en un momento que se censura todo. Yo intento no autocensurarme y ser honesto conmigo y mi público. El desnudo de Ana Polvorosa lo primero que tengo que decir es que valoro mucho su entrega y valentía. Hay que confiar mucho en un director que, a la vez, es su mejor amigo, para hacer algo así. No estamos acostumbrados a ver vaginas desde ese punto de vista.
¿Hay reparo al desnudo femenino en el cine?
Al ver un desnudo femenino en una película o bien lo vemos sexualizado o de una forma que la sociedad entiende que no le ofende. Parece que hay miedo a los coños. Un coño es como una ofensa y es algo que me parece terriblemente misógino.