De dónde vienen las torrijas y por qué las comemos en Semana Santa

La cosa va de romanos, poemas del renacimiento y excedentes alimentarios. Un poco de historia para ir abriendo boca.

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El momento más dulce de la cuaresma y una delicatessen para los más golosos. Las torrijas son las protagonistas indiscutibles de la gastronomía en Semana Santa y su fácil elaboración con pan, leche, huevo y azúcar hace que sean una opción muy asequible para la gran mayoría de familias españolas. De hecho, pese al encarecimiento energético y de los productos básicos, se prevé que este 2022 se consuman más de 10 millones de torrijas en España, según la Asociación Española de la Industria de la Panadería, Bollería y Pastelería. Pero, ¿sabes de dónde viene este postre? Para ir abriendo boca, te diremos que data del Imperio Romano y que se popularizó en la Edad Media.

Si hiciéramos un mapa español de las torrijas veríamos que están extendidas por toda nuestra geografía. Existen las torrijas castellanas, las tostadas cántabras, las torradas gallegas, las catalanas torrades de Santa Teresa y, fuera de nuestras fronteras, las fatias douradas de Portugal, las británicas gipsy bread, las fotzelschnitten suizas o el pain perdu francés. Platos que, con sus respectivas particularidades, vienen a ser las tradicionales torrijas que todos conocemos, ya que durante siglos las distintas culturas han ido popularizándolas por toda Europa e, incluso, más allá del Atlántico, como demuestra el pain doré canadiense. Un plato tan extendido que hasta tiene su Concurso Nacional de Torrijas, celebrado cada año en León.

Torrija infusionada en lche y amaretto de Makkila.

Cosa de romanos

En parte, toda esta difusión de la torrija por Europa se remonta a los tiempos del dominio romano. Y es que, Marco Gavio Apicio, el gastrónomo romano por excelencia, ya hizo referencia a ellas en un par de ocasiones. Si bien es cierto que no las llamó torrijas, ya que ese nombre le vendría dado en el siglo XV, sí que hizo referencia en el capítulo XI en su obra ‘De re coquinaria‘ a unos panecillos remojados en leche, horneados, untados con miel y espolvoreados con pimienta. Y en el mismo capítulo hace referencia a otros panecillos casi idénticos pero, en vez de horneados, fritos en aceite. Más adelante, los árabes introducirían el azúcar espolvoreada en la receta.

Debido a su reducido coste y fácil producción, este dulce comenzó a popularizarse tanto entre las clases humildes como las más pudientes. Durante la Edad Media, en muchas zonas de España se hacían con vino en vez con de leche, ya que no todo el mundo tenía acceso a ganado y muchas de las vacas de la época no eran lecheras. Pero con el tiempo la leche empezó a ser un ingrediente indispensable en su elaboración y, con la creencia de “lo que se come, se cría”, se convirtieron en un obsequio para las parturientas. Así, para estimular la secreción de leche durante el embarazo pero, sobre todo, al dar a luz, era un indispensable en la dieta de estas mujeres. De ahí que en Mallorca se las conozca como sopas de partera y en la cocina sefardí como revanadas de parida.

Torrija caramelizada con helado de leche merengada de Casa Mories.

De un villancico a la Semana Santa

A pesar de la fama que este castizo plato fue cosechando durante todo el medievo, su nombre como tal no le vendría hasta finales del siglo XV. Fue Juan del Encina, músico y poeta renacentista, quien en su Cancionero de ‘1496’ incluye un villancico con la estrofa: “miel y muchos huevos/para hacer torrejas”. El delicioso dulce ya estaba pues bautizado. Y en 1591 la palabra “torrija” aparecería por primera vez en un diccionario. Sin embargo, la primera receta llamada torrija como tal no se definió hasta 1611, cuando el jefe de cocinas de Felipe II, Francisco Martínez Montiño, la recogió en ‘Arte de cozina‘.

Pero, ahora bien, ¿por qué está ligada a la Semana Santa? Básicamente, la asociación tiene que ver con el ayuno y la abstinencia. Y es que, aunque ahora la Conferencia Episcopal se haya relajado en el tema, durante siglos, desde el miércoles de Ceniza al viernes Santo, había que hacer una única comida al día, además de no comer carne en viernes de Cuaresma y viernes Santo. Con ello, había un gran excedente de alimentos tan básicos como el pan, los huevos y la leche, ingredientes principales de las torrijas. Además, había que consumir platos contundentes y muy calóricos que dieran energía suficiente para aguantar con un único bocado al día. En este contexto, no es difícil ver el éxito de las torrijas. Ahora, lo importante, ¿cuántas tienes pensado comerte estas fiestas?

¿Dónde probar las mejores torrijas?

Makkila (Madrid)

Si esta Semana Santa vas a cualquiera de los cinco restaurantes del grupo Makkila, podrás disfrutar de una torrija de pan de cruasán con leche infusionada y amaretto que viene acompañada de dos copas de vino moscatel.

Casa Mories (Madrid)

“Una torrija como las de mi abuela, pero con ingredientes de primera”, así define el chef Beltrán Alonso su torrija de pan brioche caramelizado y acompañada de leche merengada.

A Restaurant (Barcelona)

Crujiente, cremosa y acompañada de helado de leche ahumada, la torrija que prepara Alain Guiard en este escondido restaurante del barrio Gótico es una delicia.

La terraza del Santo Domingo (Madrid)

Aunque las vistas de este restaurante, ubicado en la séptima planta del Hotel Santo Domingo, son insuperables, te aseguramos que no quitarás el ojo de encima a esta torrija con manzana, helado de vainilla y toffee.

As de guía (Santoña, Cantabria)

Empapadas en leche aromatizada con naranja, un poco de canela y licor de naranja, las torrijas del cocinero Iván Rodríguez encierran todo el sabor de la tradición.

Foto apertura: La terraza del Santo Domingo