¿Conoces el lavabo Lillången, el reloj Panorera o el jarrón Gradvis? Quizá no por el nombre, pero seguro que los has visto en algún sitio, ya que de ellos se han vendido millones de ejemplares en todo el mundo. Y además de ser diseños top de Ikea, los tres tienen en común a una misma mujer: Inma Bermúdez. Esta diseñadora valenciana, que también ha creado para firmas tan icónicas como Lladró o Marset, es la única mujer española en la que confía la mayor empresa de muebles del mundo. “Ikea tiene su grupo de diseñadores fijos en Suecia, que son unos 12, y luego tiene una lista de freelances, como es mi caso. Dentro de esa lista hay algún español más pero, al final, hay mucho movimiento de gente. A mí, como llevo tantos años, ya me conocen y a la hora de diseñar es mucho más fácil el proceso”, nos explica por teléfono.
Un proceso que tiene lugar en su casa, ubicada a las afueras de Valencia, donde vive con su marido, su madre y sus dos hijos. Un hogar muy particular que fue diseñado por un estudio especializado en arquitectura sostenible y al que luego aportó su granito de arena su marido, el arquitecto alemán Moritz Krefter. “Él diseñó zonas como la de la terraza, el taller y la piscina. Y en cuanto a mobiliario, hay algunas cosas que hemos diseñado nosotros pero, sobre todo, tenemos muebles antiguos de los abuelos de Moritz y alguna cosita de mi abuela. Nos gusta mucho tener objetos con historia que tengan valor sentimental”, admite.
Los que ella misma diseña no hace falta que los tenga en casa porque se los encuentra allá por donde va, ya sea en hogares de amigos, hoteles o restaurantes. “Me pasa mucho cuando voy al baño porque hicimos una escobilla de váter que se ha vendido un montón”, bromea. Lo mismo ocurre con la lámpara FollowMe que diseñó para Marset, la cual aparece en la última película de Woody Allen, ‘Rifkin’s Festival’ (2020), y con el reloj Sniffa de Ikea, que salió en ‘Dolor y Gloria’ (2019), de Almodóvar. “Da subidón, la verdad”, comenta sobre estas estelares apariciones.
Aunque nunca pensó en montar su propio estudio, con el tiempo decidió que ser freelance era lo mejor para poder trabajar con distintas marcas y conceptos. “Siempre he sido muy insegura y cuando era más joven mi objetivo era trabajar para una marca, pero los pasos que he ido dando me han llevado a tener un estudio con mi nombre. Las mujeres necesitamos creérnoslo un poquito más”, defiende al tiempo que reclama una mejor conciliación laboral y facilidades para las madres. “Me he plantado con 39 y 42 años siendo madre y, a lo mejor, si me hubiera puesto antes a proyectar niños no tendría la relación que tengo ahora con las empresas con las que trabajo”, asegura.
La becaria del millón de ventas
Pero antes de hacerse un hueco en el diseño industrial, Bermúdez tuvo que ganar mucha práctica y comenzó como becaria para Ikea en 2007, una experiencia que no fue fácil dada las diferencias culturales. “Soy mediterránea, me gusta hablar, sonreír e interactuar con las personas, y los suecos son muy fríos, secos. Yo venía de Alemania, donde llevaba cuatro años, pero en Suecia fue bastante más duro el contraste. De hecho, una de las razones por las que volví a España era porque no me acababa de integrar bien con la cultura sueca. Tampoco vamos a dejar mal a los suecos ¿no? Los abrazos y el calor humano allí como que no, aunque ahora ha cambiado porque ya hay muchísimos más extranjeros trabajando en la sede”, confiesa con sinceridad.
Eso sí, trabajar para ellos siempre ha sido un motivo de orgullo, sobre todo porque permite cumplir uno de los objetivos principales de cualquier diseñador industrial, que no es otro que hacerle la vida fácil a la gente. “Esto es así porque no es nada elitista. Además, es una de las pocas empresas del mundo que tiene muchas tipologías de productos y eso te da la posibilidad de aprender. Lo bonito de la profesión es que cada proyecto nuevo significa nuevos procesos, materiales y es súper creativo y enri-quecedor. Ikea también es puntera en investigación y en I+D. Todo lo que aprendo allí lo puedo implementar en otras marcas”, añade.
Diferencias aparte, Inma supo cautivar al gigante sueco con su proyecto de becaria, el lavabo Lillången, un clásico de la marca del que ya ha vendido más de un millón de unidades. “Las soluciones que dimos al lavabo fueron muy creativas y, entonces, dijeron: ‘Esta chica nos gusta. Vamos a continuar con ella a pesar de que es una loca que se ríe muy alto y no para de hablar’”, ad- mite riendo. Así, Bermúdez acabó siendo una de sus freelances estrella. “Cuando desarrollo un producto en Ikea lo hago en base a un encargo. Antes de ponerme a diseñar, normalmente ya sé el material que tengo que utilizar, el precio que va a tener y el estilo. Está bastante definido porque el proyecto que voy a hacer va a sustituir a otro y, entonces, ya tienen todo encajado. El reto es hacer algo genial con tantos condicionantes”, explica sobre la mecánica de trabajo con ellos.
Uno de sus últimos proyectos fue una colección textil para hogar confeccionada con plástico recogido en la costa mediterránea española, llamada Musselblomma. La diseñadora está muy comprometida con el medioambiente y tiene claro que el futuro mira en esta dirección, aunque todavía muchos utilicen la sostenibilidad como reclamo. “Algunos lo hacen por puro marketing; otros, por algún interés económico, pero muy pocos lo hacen por convicción. Es el efecto Green Wash, o lo que es lo mismo, utilizar el tema de la sostenibilidad para vender más porque está de moda”, se lamenta. Mientras tanto, ella seguirá diseñando para hacer de este mundo un lugar mejor y más fácil.
**Artículo originalmente publicado en el número 55 de Vis-à-Vis. Pide tu ejemplar en papel en tienda.ploimedia.com o descarga la edición digital interactiva para iOS o Android.