Si tras el paso del temporal Filomena y la ola de frío que le está sucediendo te siguen quedando ganas de tiritar, tranquilo/a, porque te proponemos un viaje a Yakutsk, la ciudad más gélida del mundo. Situada en la Siberia Oriental, esta metrópoli rusa es popular por ser la más poblada del noroeste del país –270.000 habitantes según datos de 2017– y tener las condiciones meteorológicas más duras de todo el planeta.
¡Ah!, y por si te lo estás preguntando, la responsabilidad de retirar la nieve y hielo de las calles, efectivamente, es del ayuntamiento. “El municipio tiene la responsabilidad de retirar el hielo y nieve de las calles y lugares céntricos. Existe un servicio especial que se encarga de ello a diario y se financia a través de nuestros impuestos”, deja claro Dmtri Osipov, un vecino de la localidad, al que hemos acudido para aprender a enfrentarnos al frío y todo lo que acarrea. Prepara guantes y bufanda porque después de este viaje te aseguramos que vas a necesitar un buen chocolate caliente.
Y es que tras ver las imágenes de los pasados días de autopistas colapsadas, transportes públicos completamente inutilizados, calles sepultadas bajo la nieve y árboles caídos, nos surge una duda: ¿cómo tiene que ser la vida en una ciudad donde Filomena es lo habitual? Pues bien, en Yakutsk lo primero que hay que saber es que el frío es muy muy peligroso, ya que en pleno invierno, cuando las temperaturas rondan los 40 grados bajo cero, pasar más de una hora en la calle sin la ropa de abrigo adecuada puede suponer la muerte por congelación.
Dmtri Osipov trabaja como guía turístico en la ciudad y explica que, pese al frío, no se ve viviendo en otro lado. “Para que te hagas una idea, esta semana hemos rondado los -55 grados centígrados cada día. Están siendo días extremadamente fríos, apenas puedes estar en la calle más de 15 minutos. Sin embargo, para nosotros es lo normal. Diciembre y enero son los meses más complicados del año, pero también los más propicios para visitar la República del Saja. La sensación de frío es inigualable”, dice en un correcto español mientras se le escapa alguna palabra en ruso.
Respecto a la movilidad, desplazarse por Yakutsk sin tener un vehículo adaptado puede ser misión imposible. Quedarse atrapado en la M-30 yacutiana, es, cuanto menos, una temeridad. Porque cuando los termómetros marcan temperaturas tan bajas, la gasolina se congela y el motor no funciona por mucho que se bromee con aquello de: “¡Trata de arrancarlo, Carlos!”. Por eso, –esta información puede herir la sensibilidad de los defensores del medio ambiente– los coches y autobuses de línea rusos cuentan con sistema de doble acristalamiento y motores que los mantienen encendidos durante las 24 horas del día. Algo que, por otro lado, también es normal en países nórdicos. Apagarlos e intentar arrancarlos con tanto frío es un desafío al que ni el mismísimo Putin se ha atrevido a enfrentarse.
Por otro lado, la ausencia de Uber y otros servicios de viajeros más modernos, ha propiciado que sus habitantes saquen a relucir todo su ingenio. Eso ha hecho que una startup local desarrolle su propia aplicación móvil con la colaboración de los conductores locales. “La app InDriver la elaboró una empresa local de aquí y hoy funciona en diferentes países del mundo. Está muy bien porque tiene tarifas auto reguladas y cuando estás con niños o tienes que ir a hacer algún recado es la mejor opción frente al frío”, cuenta Osipov.
Frío, frío
En otro orden de cosas, también encontramos que los looks para sobrevivir al frío no están muy a la moda que digamos. La seguridad comienza por el armario, ya lo dice el dicho: “Ande yo caliente…”. Y en ese sentido, los yacutianos –así es como se conoce a los vecinos de Yakutsk– lo tienen claro. Lo mejor para protegerse de heladas apocalípticas son los abrigos de piel de reno y los sombreros de zorro ártico. Sí, exacto, los mismos que compran muchos los turistas cuando viajan a Moscú. En cuanto a los pies, no hay nada mejor que las botas de piel de reno con las que evitar el permafrost –capa de suelo permanentemente congelado–.
“Los abrigos pueden costar entre 500 y 1.000 euros dependiendo del material que estén hechos. Los de zorro o visón, que son los que utilizan las mujeres, suelen ser los más caros. Sin embargo, los más jóvenes prefieren la moda popular que se viste en todo el mundo. The North Face o Columbia son las marcas más utilizadas“, explica el joven ruso, quien aprendió a chapurrear nuestro idioma mientras estudiaba en la Universidad de Moscú.
En cuanto al ocio, no pienses que el frío puede con las ganas de diversión de los yacutianos. Y no, no hablamos solo de vodka, que también. Lejos de tópicos rusos, destaca que la capital de la República del Sajá cuenta con una oferta cultural de lo más variada, eso sí, todo a buen resguardo y con calefacción. Disponen de ballet, teatro, el Centro Mundial del Mamut –donde decenas de expertos intentan clonar al extinto animal– y la friolera de 17 museos. Entre ellos se encuentran el Museo Nacional de Arte de Saja, el Museo Yaroslavsky de Historia o la Galería de Arte de Europa Occidental, por mencionar algunos de los más interesantes.
Yakutsk vive entre la cultura, el ocio y la aventura pese a no encontrarse en su mejor momento. La crisis del Covid-19 ha hecho que los jóvenes universitarios estudien desde sus casas y que el toque de queda se instaure a partir de las 12 de la noche. Una situación que, al igual que en España, también ha afectado gravemente al turismo. “Más allá de los museos, los turistas también tienen la opción de esquiar con trineos tirados por huskies, visitar la Ruta del Gulag, el sistema de cárceles de Stalin, conocer cómo es la vida en lugares donde no ha llegado la civilización o vivir en un continuo atardecer“, nos cuenta el guía de la operadora VisitYakutia.
En lo que se refiere a zonas de restauración, tampoco van mal servidos. Es cierto que no tienen nuestros chiringuitos playeros, pero sí gran variedad de productos frescos. Los mercados tienen el género expuesto al natural, piezas de carne de caballo, ciervo o pescado que se conservan a la perfección sin necesidad de frigorífico. “Tenemos nevera, pero apenas la utilizamos. Con tanto frío lo normal es dejar la carne y el pescado en la alcoba o despensa de casa. Ahí se conserva perfectamente”, cuenta el yacutiano. Y es que, ¿quién necesita congelador en una ciudad que llegó a registrar en 1926 su récord de temperatura negativa con algo más 71 grados centígrados bajo cero?
Los efectos del cambio climático
Como no podía ser de otro modo, el cambio climático también está afectando al clima de Yakutsk. El aumento gradual de las temperaturas – más de 2,5 grados centígrados solo en la última década– está haciendo que la capa de permafrost sobre la que está construida la ciudad se derrita y los incendios cada vez sean más grandes y difíciles de parar. “Durante el verano hemos batido el récord de incendios forestales. La cifra se ha multiplicado por seis. Solo en 2020 se han quemado alrededor de cinco millones de hectáreas debido a las altas temperaturas. Hemos llegado a estar a 35 grados centígrados”, nos cuenta un apesadumbrado Osipov.
Una combinación de factores tremendamente peligrosa para Yakutsk que no solo hace que la vida en ella sea aún más difícil, sino que también está haciendo que sus edificios, construidos sobre estas capas de hielo milenarias que se derriten poco a poco, se inclinen hasta el punto de tener que ser derruidos por seguridad. Una consecuencia nefasta de la acción del hombre que puede acarrear que la capital la República del Sajà llegue a desaparecer.