Nada tiene que ver con la imagen del artista pesimista, melancólico y aislado del mundo en una búsqueda constante de inspiración. Si bien sí encajaría en el arquetipo de artista excéntrico, Okuda San Miguel (Santander, 1980) es pura vitalidad y optimismo. Ataviado con ropa colorida y llamativa muy en la línea de su obra, el artista urbano que arrasa en medio mundo se muestra afectuoso y enérgico desde primera hora de la mañana. Tal vez sea por todo el ajetreo de su nueva exposición, ‘Theriomorphism’, y la cantidad de compromisos que le esperan en esta semana del arte.
Entramos en su estudio de Madrid y una explosión de color lo inunda todo. Esculturas, cuadros y murales, del propio Okuda y otros artistas, llenan la estancia. El artista cántabro forma parte de Ink and Movement, un proyecto artístico que desde hace más de 10 años representa y sirve de apoyo a artistas como él, Spok Brillor o Misterpiro. El trasiego de personas es constante, algo que a Okuda parece encantarle. “Mi vida para nada es íntima. Tengo mi casa y podría vivir solo perfectamente, pero en lugar de eso comparto casa con seis amigos porque, como viajo tanto, cuando estoy aquí me gusta estar con ellos. Mi estudio no es tan solitario como los demás, en él trabajamos veinte personas”, asegura el autor de obras como la Iglesia Skate de Llanera (Asturias).
Okuda nos presenta a todo su equipo y va trotando de un lado para otro vigilando que todo quede como está marcado. Porque, pese a tanta alegría, se nota que es un perfeccionista de manual. Algo totalmente justificado si tenemos en cuenta que en plena semana del arte en Madrid él y Paco Osuna presentan la séptima edición de ‘Theriomorphism’, que tiene lugar hasta el próximo 5 de marzo. En cada edición, el grafitero invita a artistas relevantes del panorama cultural para crear con ellos piezas colaborativas que luego expone en la galería Kreisler. “Cuando invito a estos artistas muchas veces no los conozco personalmente. De repente, te juntas con personas muy dispares y empiezas a pertenecer a la vida de otra persona”, reflexiona.
Este año, la muestra cuenta con Dulk y su hiperrealismo animal, John Vochatzer y sus desconcertantes collages corpóreos, el humor pop de Laurina Paperina y las sugerentes esculturas de azúcar de Joseph Marr. Justo pillamos al valenciano Dulk trabajando en la escultura que prepara junto a Okuda. “La propuesta es muy interesante, sobre todo por las obras que hacemos en colaboración. Mezclar los estilos con un artista como Okuda, que es un lenguaje gráfico diferente al mío, me llama mucho la atención. A la gente le resulta muy interesante que vengas del mundo del grafiti y estes haciendo cosas en galerías y museos. En mi caso, no suelo vender mucho en España, prácticamente nada. Donde más vendo es en Estados Unidos y Australia” remarca el joven artista.
Tras dar un par de retoques al cuadro que expone en la galería Kreisler, Okuda se pone a revisar la capa de resina que han dado a su última escultura. Parece que no tiene tregua. “El único momento en el que estoy solo y encuentro el momento de pensar es en los aviones. De hecho, en los aviones duermo fantásticamente bien porque me siento cerca de las nubes y muchas veces no veo ni películas”, asegura el cántabro. No obstante, siempre encuentra un hueco para crear obras conjuntas. “Vengo del mundo del grafiti donde se pintaba más en grupo que solo y mi misión siempre era decir dónde iba cada uno. Aunque los artistas, en general, tienen mucho ego y muy clara su obra, pero no cómo puede funcionar la de los demás con la suya”, agrega.
Por fin llega la hora de comer y parece que la cosa se relaja. Con un refresco en la mano nos habla de la música, otra de sus grandes pasiones. “La música es la banda sonora de mi vida porque vivo mi propia película. Cambio de entorno, de país y de cultura cada semana, por lo que escucho muchos tipos de música. Sobre todo, electrónica, pero también trap, bossa nova, música africana… Lo bonito de viajar es toda esta retroalimentación cultural”, afirma. De hecho, este ‘Theriomorphism’ vino acompañado de ‘Elrow’art, Kaos Garden’, una experiencia inmersiva que se celebró el pasado 22 de febrero en Fabrik. En ella, el universo de ‘El jardín de las delicias’ de El Bosco se transformaba con la fantasía de Okuda y la música de Paco Osuna.
Por último, mientras nos enseña una de las máscaras de mono que creó para la fiesta, insiste en la importancia de que la exposición se convierta en un lugar de diálogo entre los artistas y el público. Okuda cree que es de suma importancia que el espectador se acerque al creador para identificarse y saber de dónde viene. Y las redes sociales parece que galopan en esa dirección. “Con Instagram consigo que la gente me conozca y transmitir mi día a día. Me pasa con mi asistente, Marcos, que es mi chico y con quien viajo siempre, que tiene a tope de fans que le siguen de mis stories”, bromea. Porque, al final, tal vez solo se trata de ser comprendido.