Mientras la mayoría de personas de su edad está pensando en la jubilación, la española Bea Roxas ha decidido mejorar la vida de decenas de familias filipinas con un proyecto de lifestyle sostenible. Este es el objetivo principal de Kanya, una marca de accesorios ecológicos con la que da trabajo a más de 40 personas en la comunidad local de Batangas, en la isla de Luzón. “Kanya es un homenaje al trabajo que se hace con las manos, a los materiales básicos. Es devolver a la tierra lo que esta nos da”, explica esta emprendedora de 68 años.
Kanya significa “para él” y “para ella” en tagalo, la lengua nativa de Filipinas, la tierra donde nació y se desarrolla esta firma. Cada pieza, creada 100% a mano, es única y respira tradición filipina, al confeccionarse en el propio campo de caña. Sus bolsos, manteles, paneras, monederos y almohadones están hechos con una fibra textil natural que viene del bagazo, el residuo de la caña de azúcar. Una línea de productos veganos con diseño minimal que estarán a la venta a partir de marzo en su nuevo e-commerce.
Kanya es una vuelta a los orígenes, la forma que tiene Bea Roxas de regresar a los campos de caña de su infancia. “He crecido rodeada de cañas de azúcar porque era el negocio familiar. Antes de Kanya traía de Filipinas a España telas hechas con fibras naturales que hacía una amiga”, explica la diseñadora. A caballo entre Filipinas, España y Francia, la empresaria empezó creando una compañía filipina de artesanía y en los años 90 fue una pionera en la comercialización de telas hechas a partir de fibras naturales. Algo de lo que ahora se nutre Kanya.
Accesorios con nombre propio
Esta primera colección está compuesta por complementos con historia propia. Tanto es así que cada una de sus creaciones lleva el nombre de personas que, a día de hoy, trabajan para la marca y que se han beneficiado del proyecto. Así nos encontramos, por ejemplo, con la línea Mona, que toma el nombre de una de las plantadoras de Kanya que gracias a su nuevo trabajo ha podido cumplir uno de sus sueños: que su hijo vaya a la universidad y estudie criminología. Algo similar ocurrió con Dessa, una de las hilanderas mejor valoradas de la empresa, que con su nuevo sueldo ha podido terminar sus estudios de secundaria y vivir de forma más desahogada con su marido y su bebé.
Toda la fabricación se realiza en Filipinas, ya que la finalidad del proyecto es que sus empleados tengan sustento todo el año. Antes, esta comunidad de campesinos dedicada al cultivo temporero de la caña de azúcar solo tenía ocupación seis meses al año, mientras que los otros seis debían esperar a que el cultivo floreciera. Pero, ahora, gracias a los oficios que han aprendido dentro de la costura, diseño y transporte de los productos de Kanya, pueden vivir todo el año. “La gente pobre de Filipinas se cree que eso es lo que hay y que no van a mejorar. Pero yo quiero no darles esperanza. A lo mejor, tú no, pero tu hijo si él quiere y con una educación puede hacer algo”, defiende la filántropa.
Aunque la firma se lanzó en 2018, el proyecto comenzó a fraguarse en la mente de Bea Roxas en 2016. Para ello, inició un proceso de investigación con la ayuda del Philippine Textile Research Institute, entre otras instituciones, para experimentar con las posibilidades que ofrece el bagazo. Después, y con una subvención de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAid), el proyectó cobró forma y se construyó un centro de trabajo cerca de los campos de cañas de Batangas. Como apunta la diseñadora, parece que la cosa funciona. En Filipinas ha recibido una gran demanda y apoyo, algo que espera que también ocurra en España. “El punto fuerte de Kanya es que vuelve a las raíces. Y creo que en el mercado español tendrá buena aceptación porque hay mucha gente joven concienciada con este tema. Es el momento”, desea la empresaria. Otro tanto más para la moda sostenible.