Decía Séneca que “la adversidad es ocasión de virtud”. Y se podría añadir que quienes son capaces de superla conforman una pléyade de virtuosos. En ese grupo se encuentra Mon Laferte (Viña del Mar, Chile, 1983), artista revelación del momento –Grammy Latino 2017 a la mejor canción alternativa por ‘Amárrame‘– que dejó una vida cómoda en Chile para comenzar de cero en México. La autora de ‘Amor Completo’ nos revela que la fuente inspiradora de la que emanan las canciones que componen su cuarto álbum, ‘La trenza’, es su abuela, un pilar inquebrantable de su vida, a quien lleva tatuada en su brazo izquierdo y que muestra con orgullo de entre los más de 30 tatuajes que pintan su cuerpo.
Tras triunfar en Chile, grabar un disco y conseguir vivir de la música, decides dejarlo todo y empezar de cero en México. ¿Esta decisión marcó un antes y un después en tu vida?
Creo que la búsqueda está siempre, es constante. En el caso de México, me gustó tanto que me quedé y ya llevo 10 años viviendo allí.
Has confesado que tus primeros años en México no fueron fáciles. ¿Qué fue lo más duro?
La soledad, pero creo que eso le pasa a todo el mundo cuando llega a un sitio nuevo o deja la casa de sus padres y decides irte a vivir solo. Pero claro, cambiar de país ya es más extremo porque ahí sí que no conocía absolutamente a nadie al principio. Eran cosas ridículas, como cuando te enfermas y quieres que alguien te prepare una sopa –ríe–. “Oh, no, ni siquiera tengo un amigo a quien hablarle y pedirle eso” –ríe–. Son cosas más de rutina, del día a día. Pero en general no lo veo tan difícil, uno al final se adapta.
¿Esa búsqueda de la adversidad es el motor creativo de tu música?
Sí, antes era más inconsciente, pero ahora ya soy consciente de que estoy buscando la adversidad y me hago de pronto un drama y lo exagero. Si me peleo con un amigo, amiga o una pareja, me hago más drama porque de eso salen las canciones.
Venciste un cáncer de tiroides. ¿Qué ha supuesto en tu vida y en tu música?
Supuso un punto de inflexión. Ahí, por ejemplo, ya no me gustó el drama –ríe–. Ya era algo real y lo único que quería era salir de ahí. Pero sí marcó un punto importante de inflexión. Cuando llegué a México al principio seguía tocando en bares, lo que había hecho siempre, y no me había armado de valor para lanzar un disco independiente con mis propias canciones. Después de superar el cáncer, es súper cliché pero real, te das cuenta de que se te va la vida volando y no estás haciendo lo que te gusta. No importa si el disco es bueno o malo, pero tenía que hacerlo porque casi que me muero.
“Después de superar el cáncer te das cuenta de que se te va la vida volando y no estás haciendo lo que te gusta”
¿Eso también imprimió cierto carácter en tu voz y en tu personalidad?
No sé si tengo tan claro lo que quiero en la vida –ríe–. De hecho, no tengo nada claro. Pero evidentemente todo lo que uno vive, respira, come, las relaciones, las experiencias… influyen en la voz, primero como intérprete. Por ejemplo, hoy lo que desayuné cambió mi voz. Imagínate tener un cáncer y enfermar, influye un montón.
¿Qué haces para no dejarte vencer por las frivolidades de la fama?
Soy muy de amigos, de los mismos de siempre. Soy muy ‘amiguera’, como que conozco gente y ya la quiero invitar a mi casa y que se queden. Mi motor es la música, porque lo hice desde pequeña. Realmente no quiero ser famosa, quiero ser exitosa en lo que hago. Creo que tiene mucho que ver con la educación, lo que te enseñaron cuando eras pequeño, lo que viste en tu casa.
En un país como México, culturamente machista, ¿te ha costado sudor y lágrimas hacerte un hueco por el hecho de ser mujer?
Creo que el mundo todavía tiene un modelo muy machista en general. Yo escogí el camino de la música, que sabemos que es difícil. Además escogí ser independiente y me fui a otro país. Claro, como me gusta esto de la adversidad… –ríe–. El otro día hacía una reflexión acerca de las mujeres en la música. Yo toco mucho en festivales y hay muy poquita presencia femenina. Entonces, te das cuenta de que las oportunidades para las mujeres son más reducidas, y no porque no existan bandas de mujeres, hay muchísimas. Pero por ejemplo, si soy la persona que está planeando el festival, primero voy a pensar en bandas y lo relaciono con hombres. Luego, como tiene que haber presencia femenina, sacamos un par de cantantes. Por ese lado sí que creo que es un poco injusto y que las mujeres no tenemos las mismas oportunidades.
Un disco sanador
¿Qué tiene de especial tu cuarto álbum de estudio, ‘La trenza’, con respecto a los tres anteriores?
Este álbum lo estuve escribiendo y haciendo mientras estaba de gira. No podría hacer un disco encerrándome para componer y quedándome para grabar. Como que no me inspira eso. Necesito moverme, conocer gente, reír, pillarme una borrachera… Ahí salen las canciones porque es la vida. Grabé el disco en un gran estudio con un ingeniero súper pro. El álbum anterior, por ejemplo, lo hice en mi casa con un equipo muy arcaico. Musicalmente hay instrumentos nuevos que no había utilizado antes. No es un disco de folclore, pero tiene algunos tintes y sonidos. Por ejemplo, hay una cumbia que nunca lo había hecho, es como lo más hardcore. También hay un bolero. Hay un atrevimiento para hacer algo nuevo.
“Realmente no quiero ser famosa, quiero ser exitosa en lo que hago”
¿Hay algún estilo con el que no te atreverías nunca, como el reguetón?
Haría cualquier género, yo creo. Me gusta toda la música. Me gusta mucho bailar el reguetón. No sé si podría llegar a hacerlo, porque para que sea real tienes que entenderlo, vivirlo y respirarlo. Pero me encanta en las fiestas, por supuesto.
Este disco incluye tres colaboraciones con Juanes, Bunbury y el cantautor Manuel García. ¿Por qué ellos y no otros?
Soy súmamente fan de Manuel García, cantautor chileno, bueno soy fan de los tres con los que he colaborado. Fueron gustos, pensar a quién admiraba y mandarles las propuestas. Los tres dijeron que sí. A Bunbury lo conocí porque puso en sus redes un texto reseñando mi álbum anterior. Se tomó el tiempo de hacerlo y poner cosas muy bonitas. Me pareció un acto tremendamente generoso. Quise conocerlo y, al hacerlo, me aproveché de la situación –ríe– y le dije: “¿Quieres cantar en mi disco?”. Elegí a Enrique Bunbury, porque es un maestro. Juanes también fue súper generoso. Me invitó a su casa en Miami. Básicamente hay dos motivos para elegir hacer colaboraciones. Por un lado, siempre te permiten conectar con un público nuevo porque llego a mucha gente que no me conocía y gracias a la popularidad de Juanes, Bunbury y Manuel, ahora pueden escuchar mi música. Y por otro lado, está el aprendizaje que me quedo yo como artista.
Además hay una canción muy especial y que precisamente da nombre al disco, ‘La trenza’. Cuéntanos la historia de esta canción.
Mi abuela era cantautora pero cuando se casó abandonó la música. Según lo que me cuenta, su marido no le obligó a dejar la música, pero socialmente no estaba bien visto. Entonces ella, mientras me hacía una trenza para ir a la escuela, me contaba toda esta historia, me daba consejos y me decía: “Yo sé que tú quieres ser artista. No tienes que casarte. Dedícate a esto porque yo lo pasé muy mal y yo no quiero que tú pases eso”. Y creo que es algo recurrente de las madres y las abuelas que te están dando consejos mientras te peinan. De eso habla la canción y me pareció bonito ponerle ese título a todo el disco. Estoy muy influenciada por mi abuela, hasta mi estética es muy como de ella. El disco fue casi un homenaje a ella.
Hay una parte de esa canción que dice: “Debes ser libre, salirte de esta mierda; no haga caso en lo que digan, no quieren que florezcas”. ¿Te han dicho muchas veces que no?
Sí, un montón –ríe–. Yo creo que más veces que no que sí. No eran literales las palabras, pero era un poco así cuando empecé a cantar y siempre estaba el típico que decía: “¿A qué se dedica, por qué llega tan tarde y vestida de esa manera?”. Corrían los rumores en el barrio y mi abuela me decía que no hiciera caso, que era envidia porque no querían que me fuera bien en la vida.
“Me sirve mucho el vestuario para enfrentarme con el personaje porque soy muy tímida”
Tienes un estilo muy definido. Tus tatuajes, tu larga melena, tus labios rojos… ¿Esta imagen te ayuda a transmitir mejor tus canciones?
Sí. Yo siento que soy muy personaje, lo veo de una manera muy teatral o cinematográfica todo. Y me es más fácil, en general, llegar con este sombrero y cantar una canción, que llegar yo, porque me da vergüenza. Soy muy vergonzosa, entonces mejor que sea un personaje. Aparte, a mí me gusta mucho la moda, me divierto mucho. No soy de modas caras. Si tengo el dinero, lo compro, pero también puedo ir y comprarme este vestido que me costó 10 euros y lo amo –ríe–. Me sirve mucho el vestuario para enfrentarme con el personaje porque soy muy tímida.
¿Qué haces cuando no estás trabajando?
Trabajar, me encanta el trabajo. Por ejemplo, veo una película pero no para disfrutarla, sino para ver qué aprendo de ella para llevarlo después a mi arte. Soy rara, muy obsesiva con las cosas.
Un sueño por cumplir.
Mis sueños tienen que ver con la música. Estoy trabajando en un disco nuevo y tengo una idea muy ambiciosa que, para ejecutarla, no te la puedo contar porque es una sorpresa –ríe–. Ese es mi sueño ahora, concretar lo que quiero para mi próximo trabajo. Si lo logro, si entre todo el equipo podemos hacerlo, va a ser como un sueño cumplido.
*Artículo originalmente publicado en el número 49 de Vis-à-Vis. Pide tu ejemplar en papel en tienda.ploimedia.com o descarga la edición digital interactiva para iOS o Android.