Un paraje envidiable al sur de Japón, jacuzzis de roca y madera y unas aguas termales que fluyen hasta dentro de las habitaciones. A primera vista puede parecer un balneario más, pero este hotel próximo al Monte Fuji tiene el honor de ser el más antiguo del mundo según el Libro Guinness de los Récords. Situado en la prefectura de Yamanashi, El Nishiyama Onsen Keiunkan fue fundado en el año 705 y lleva regentado por la misma familia desde hace 52 generaciones. Descienden de Fujiwara Mahito, hijo de un ayudante del emperador Tenji Tennō que reinó entre el año 661 y 672. Según cuentan, Mahito lo construyó después de ver cómo el agua caliente brotaba de filtraciones entre las rocas y sentir su beneficioso efecto en el cuerpo. Unas bondades de las que ahora cualquier persona puede disfrutar desde unos 300 euros la noche con desayuno y cena incluido.
En un sitio con tanta historia no sorprende que se hayan alojado los más variopintos huéspedes. Dado que sus piscinas eran sumamente recomendadas para los dolores musculares, en tiempos de guerra muchos políticos y samuráis se dejaban ver por la posada termal. Aunque fue renovado por última vez en 1997 y cuenta con las comodidades modernas básicas, como puede ser el acceso a Internet y televisión, este hotel de cinco estrellas conserva su estética original: decoración tradicional nipona, mobiliario artesanal, futones para dormir y suelos de tatami. Además de ofrecer aguas termales en todas las habitaciones, incluidas las duchas, dispone de cuatro baños al aire libre y otros dos interiores con vistas al valle que lo rodea. También puedes pasar un rato en su karaoke, una actividad muy popular en la cultura japonesa, o degustar la exquisita carne de vaca Koshu en su restaurante.
Sin embargo, esta posada milenaria no entró en el Libro Guinness hasta 2011. Antes de esta fecha, el récord de mayor antigüedad lo ostentaba el Hoshi Ryokan, otro balneario ubicado en la prefectura de Ishikawa abierto poco tiempo después, en el año 718. El Hoshi Ryokan es mucho más amplio que el primero, con 100 habitaciones frente a las 35 del Keiunkan, y bastante más asequible, ya que ofrece estancias desde 100 euros. Además, tiene servicio de transporte desde la terminal del aeropuerto.
Su origen, como no podía ser de otro modo, también está rodeado por un halo místico que lo hace más atractivo si cabe. La leyenda dice que fue un discípulo del maestro budista Taicho Daishi quien lo alzó. En un primer momento el balneario funcionó como sanatorio, pero luego la descendencia del monje lo transformó en un hotel donde han vivido 46 generaciones de la familia Hoshi. El negocio siempre ha pasado de padres a hijos varones, pero en la actualidad es una mujer la que se encarga de la gestión tras la muerte de su hermano mayor. Un gran cambio para la mentalidad de una familia tan arraigada a la tradición.
En otro tiempo se organizaban numerosas fiestas a las que acudían geishas para animar a sus distinguidos visitantes, entre los que había miembros de la Familia Imperial nipona. Sin embargo, ahora la mayor parte de sus clientes son familias que buscan la tranquilidad que este lugar logra ofrecer mediante el budismo. El complejo está dividido en cuatro edificios que corresponden a cada una de las estaciones. El pabellón primaveral, con sus amplios ventanales que comunican con el jardín y dan sensación de amplitud, es el preferido de aquellos que pasan largas estancias; mientras que el espacio invernal es el recomendado para los que quieran un contacto más profundo con los 1.300 años de historia del Hoshi. Además, también está la zona VIP y la casa palaciega Enmeikaku, donde han dormido importantes personalidades de los negocios y la cultura japonesa como el príncipe Mikasa o la princesa Takamatsu.
Desde cualquiera de sus estancias se puede reservar un masaje o participar en una ceremonia de té tradicional, además de saborear la típica comida kaiseki, compuesta por 10 o 15 platos elaborados para destacar las texturas, los colores y los sabores de los alimentos de temporada. Y para los más fiesteros, una visita al pub es casi obligatoria para disfrutar de su sake. Los alrededores de ambos hoteles son otros de sus puntos fuertes, y no solo por los jardines o montañas que les rodean. Cerca del Hoshi hay varios templos budistas y santuarios sintoístas, así como un parque de aguas termales llamado Osshobe. Por su parte, quienes se alojan en el Keiunkan tienen como atracción principal el venerado Monte Fuji, a tan solo dos horas en coche.
Tanto el Nishiyama Onsen como el Hoshi Ryokan parecen congelados en el tiempo. Dos hoteles poco turísticos para descubrir la mentalidad del Japón más conservador a la vez que se disfruta de la hospitalidad de antaño. Mete un par de kimonos en tu maleta y vuela a conocer los vestigios del turismo primigenio.
*Artículo originalmente publicado en el número 51 de Vis-à-Vis. Pide tu ejemplar en papel en tienda.ploimedia.com o descarga la edición digital interactiva para iOS o Android.