Racismo, sexismo, homofobia… Así era el Hollywood dorado que reinventa Ryan Murphy

Aprovechamos el inminente estreno de la nueva serie de Ryan Murphy en Netflix para recordar el lado más oscuro del Hollywood clásico.

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Hollywood sigue siendo demasiado blanco. Esto es lo que denuncian año tras año activistas y profesionales del sector audiovisual que ven como el mayor exponente del cine occidental apuesta por la preponderancia de hombres blancos en la gran mayoría de sus producciones. Bajo el hashtag #OscarsSoWhite, muchos critican hechos como que en la última entrega de premios la actriz Cynthia Erivo fuera la única actriz negra nominada en las categorías principales. Ahora, el creador Ryan Murphy (‘American Horror Story’, ‘Pose’) estrena su ambiciosa miniserie ‘Hollywood’, que refleja el lado más oscuro de los dorados años 40.

Esta ficción protagonizada por Darren Criss y Laura Harrier, entre otros, nos plantea cómo sería la nueva realidad de la industria cinematográfica si el racismo, el machismo o la homofobia no hubieran estado tan presente en los albores del séptimo arte. Algo con lo que las ficciones de Ryan Murphy están muy comprometidas. Porque, aunque en el último año películas como ‘Black Panther’, ‘Green Book’ o ‘Parásitos’ han supuesto una apertura en la industria, lo cierto es que las cifras siguen mostrando una gran desigualdad. Y Ryan Murphy lo sabe. Tan solo ocho mujeres y ocho hombres afroamericanos se han alzado con una estatuilla en 90 años de historia de los Oscar, y más del 80% encarnando papeles que por exigencias del guión no podrían haber desempeñado blancos.

La industria del cine estaba destinada a ser racista en un país como Estados Unidos donde la segregación racial era habitual, con hospitales y escuelas diferenciados, espacios separados en los autobuses y la imposibilidad de votar para los afroamericanos. Así, en las primeras películas se adoptó el maquillaje teatral conocido como blackface que parodiaba a los afroamericanos. Películas como ‘El cantante de jazz’ (1927) o ‘El nacimiento de una nación’ (1921) prefirieron caracterizar a blancos antes que incluir a afroamericanos en su elenco. De hecho, esta última es considerada una de las cintas más racistas de la historia, ya que alaba a los miembros del Ku Klux Klan.

Y cuando el blackface quedó relegado —que no eliminado— y los artistas negros comenzaron a acceder a la industria, su panorama no mejoró. En plena edad dorada de Hollywood, quedaron relegados a papeles de criados y pobres. Además, siempre eran retratados como necios, torpes o siervos bonachones y dóciles. Fue el caso de Hattie McDaniel, una actriz negra y lesbiana que ganó el Oscar a Mejor Actriz de Reparto por su papel de la sirvienta Mammy en ‘Lo que el viento se llevó’ (1962). Sin embargo, no se le permitió acudir al estreno de la cinta y a la hora de recibir su galardón no pudo sentarse en la misma mesa que sus compañeros de reparto. Algo similar vivió el actor Dudley Dickerson, que con sus ojos saltones representaba los estereotipos del momento.

Hariett McDaniel en el papel de la sirvienta Mammy junto a Vivien Leigh. Foto/ Silver Screen Collection.

Y no solo los negros han sido marginados en la gran pantalla. La representación asiática es prácticamente inexistente y cuando la hay se nutre de tópicos o, incluso, con su propia versión del blackface. Este yellowface lo encontramos en ‘Desayuno con diamantes’ (1963) con el japonés Mr. Yunioshi, interpratado por Mickey Rooney, o cuando John Wayne interpretó a Gengis Kan en ‘El conquistador’ (1956). Pero, sin duda, si hay un colectivo maltratado por el cine son los árabes. Desde sus inicios, el cine los ha retratado como salvajes, villanos y sanguinarios y, hoy en día, la situación todavía tiene que cambiar bastante. En la actualidad, los papeles de Hollywood para árabes son escasos y cuando los hay suelen estar en la periferia de la pantalla para dar vida a terroristas o fanáticos religiosos.

Mickey Rooney interpretando al vecino japonés de Audrey Hepburn en ‘Desayuno con diamantes’.

Las apariencias, ante todo

Pero la discriminación ha ido más allá de temas de raza. Las productoras y los guiones se cebaron con los homosexuales. Si eran hombres los retrataban como afeminados y débiles o como depravados y mentalmente inestables; mientras que si eran mujeres las mostraban como seres fríos y manipuladores. Y, a partir de 1930, con la aparición del código Hays, la situación solo empeoró. Este manual de conducta, vigente desde 1934 hasta 1967, prohibía cualquier referencia explícita a la homosexualidad, así que los homosexuales pasaron de ser un elemento cómico a encarnar los roles de villanos para evidenciar que no seguían el modo de vida normativo.

Y no solo en la pantalla se debía censurar la homosexualidad. Los actores que hicieran pública su atracción hacia personas del mismo sexo veían finalizadas sus carreras, por lo que las grandes estrellas debían firmar cláusulas contractuales comprometiéndose a no ser homosexuales.  Todo esto llevó a muchos actores a vivir su sexualidad y vida amorosa en secreto. Las mujeres se reunían en el clandestino Círculo de costura, donde actrices como Greta Garbo, Marlene Dietrich o Joan Crawford eran asiduas. Y los hombres, por su parte, recurrían a personas como el ex marine Scotty Bower que se encargaba de concertar encuentros entre gays, lesbianas y bisexuales.

Cary Grant y su amante Randolph Scott jugando en la casa que compartían. Foto/ John Kobal Foundation.

Cuando los rumores comenzaban se hacían los conocidos como “matrimonios lilas”, enlaces forzados para acallar habladurías en la prensa. Algunas teorías apuntan a que una de esas bodas de pega fue la de Katherine Hepburn y Spencer Tracy, que estuvieron juntos casi 20 años. El mediático actor Cary Grant, que tuvo durante años una relación sentimental con Randolph Scott, fue obligado por los estudios a casarse con Virginia Cherrill para aparentar. Una marginación que, por desgracia, no se ha quedado en el pasado. No hace mucho Kristen Stewart denunció públicamente que fue obligada a esconder su lesbianismo para continuar en Hollywood.

Con todo, parece que los tiempos cambian pero el trasfondo continúa. A día de hoy, de los más de 9.000 miembros que conforman la Academia, un 84% son blancos y un 68% son hombres. Además, la comunidad latina sigue poco representada, como si Hollywood ignorara el peso demográfico de los latinos en Estados Unidos. Y también siguen habiendo polémicas como cuando en 2019 se propuso a Julia Roberts para encarnar, blackface mediante, a la activista afroamericana en ‘Harriet’. Sin duda, la nueva serie de Ryan Murphy viene a poner el dedo en la llaga y hará que a más de uno se le ponga la cara colorada. Podrás verla a partir del 1 de mayo en Netflix.