No hace falta más que darse una vuelta por la filmografía de Quim Gutiérrez (Barcelona, 1981) para comprobar que el barcelonés es de esos privilegiados a los que se le atribuye el adjetivo de camaleónico. Un tipo que lo mismo es capaz de dar vida al superhéroe de barrio más torpe del mundo, que de hacer las maletas y apostar por el cine francés con títulos como ‘Madeleine Collins’ o ‘École de l’air’. Y este verano también lo hemos visto en su primera producción de Hollywood, ‘Jungle Cruise’, una cinta dirigida por Jaume Collet en la que comparte cartel con Dwayne Johnson y Emily Blunt. Ahora se atreve además con la narración de libros para la plataforma de audiolibros, Audible, para la que ha puesto voz a la novela gótica de ‘Frankenstein’. A sus 40 años, lo que es seguro es que no hay reto ni proyecto que se le resista. Como él mismo dice, “cuestión de carácter”.
¿Qué te ha llevado a cambiar las cámaras por el estudio de grabación?
Que conste que no es un cambio, en cualquier caso, sería una complemento a las cámaras. Como narrador de historias, probar formatos distintos siempre me ha parecido interesante. En ese sentido, el equipo de Audible me lo vendió muy bien y me pareció buena idea lanzarme a la piscina. Es como susurrarle a alguien una historia.
Y lo haces con la novela gótica ‘Frankenstein’, un género en el que no te tenemos tan ubicado.
Es cierto que he hecho mucha comedia, pero también es verdad que he hecho bastante drama. Ahora estoy rodando en otro idioma y siempre es el mismo código, el código de cine. El universo de los audiolibros no se puede comparar al cine, porque es un lenguaje distinto. Debes aprenderlo y manejarte en él. No sé cómo será hacer audiolibros de comedia, pero con ‘Frankenstein’ estamos ante una novela que va más allá del terror, que va a lo psicológico. Al leerme el manuscrito y doblarla entendí perfectamente que era una historia mucho más profunda.
¿Le das más importancia a tu voz tras esta experiencia?
No creo que le dé más importancia a mi voz, creo que le doy la misma, pero es cierto que es un registro muy particular. Se parece en parte, pero es francamente distinto a lo de poner voz a películas de animación, que es algo que ya había hecho. Aquí sucede una cosa muy curiosa y es que tú no te sabes de memoria el texto, lo vas descubriendo. Vas leyendo palabras y tu cabeza decide hacer inflexiones de voz y toma sus propias decisiones sin que seas consciente de las mismas. Es un fenómeno curioso y he de reconocer que no quedaba nada mal –ríe–.
Muchas veces se comenta que a los actores jóvenes les cuesta vocalizar.
En mi caso era cierto. El otro día recordaba que, cuando tenía 12 o 13 años, me costaba muchísimo pronunciarla en español la palabra ‘institute’. Creo que es un tema que tiene mucho que ver con la experiencia. No todo el mundo tiene una dicción fantástica de nacimiento y es algo que se puede trabajar, no tiene más vuelta de hoja. Pero sí es cierto que si no lo prácticas puede ser que vengas con una forma de hablar que no es muy pública.
¿De quién te gustaría tener la voz?
Me gustaría tener la voz de Pere Molina, un actor catalán que hace mucho doblaje y con el que trabajé hace bastantes años. Era una pasada, me daba mucha envidia porque siempre tenía la voz en su puñetero sitio. Además, molaba mucho porque cuando actúa habla normal, pero cuando dobla se transforma y adapta su voz con mucha naturalidad, que es lo que espero yo de un actor de doblaje, que me haga creer que es la del actor que veo en pantalla.
El buen vecino
Este año has cumplido 40 y, aunque sabemos que eres un tipo pacífico y amable, ¿es cierto eso de que con la edad nos volvemos más cascarrabias?
Soy un tío pacífico y amable, pero tengo mi carácter –ríe–. Lo que pasa es que hago muchos esfuerzos para ser educado y que no se note cuando me hierve la sangre, aunque a veces no lo consiga. Siempre he sido muy exigente conmigo mismo. Intento seguir las normas que yo mismo me impongo, por lo que me resulta inevitable que muchas veces se las exija a los demás. Eso hace que en ocasiones sea muy cuadriculado y me enerve al descubrir que no todo el mundo es igual que yo.
¿Sigues manteniendo los mismos rituales antes de que griten “acción”?
Depende mucho del género que estés rodando, pero no tengo muchas rutinas. Sí que me gusta concentrarme, sobre todo ante situaciones dramáticas donde hay un personaje con unos condicionantes muy distintos a los tuyos. También me gusta repasar notas sobre lo que vamos a rodar ese día. Suelo tener fotos colgadas de referencia por diferentes sitios del set, aunque ahora las tengo en el móvil de modo que las puedo revisar cuando quiera. Lo que sí utilizo mucho es la música y vídeos, en definitiva, todo lo que tengo a mano.
Se te ve en plena forma. ¿Cuál es tu secreto?
Pues últimamente solo he estado jugando al baloncesto por exigencias del guión. En la película ‘École de l’air’ interpreto un personaje de los años setenta y sus características no concuerdan con un físico muy potente. Más allá de eso hago lo que puedo, deportes que sean funcionales, que me eviten lesiones y me permitan un cuerpo flexible y fuerte.
Es lo que tiene interpretar a un superhéroe, aunque sea el más torpe que hemos conocido.
Titán –protagonista de la serie de Netflix ‘El Vecino’– ha sido una experiencia completamente distinta para mí en muchos sentidos. Gracias a esta serie he podido probar argumentos de comedia nuevos que no había hecho nunca. Al final, la carrera de un actor se basa en eso, en probar nuevos terrenos, descubrir recursos y trasladarlo a otros proyectos por muy diferentes que sean entre sí.