Nada más empezar nos pide que la entrevista sea fácil y, a poder ser, tipo test. Porque si algo no le gusta a la Mala Rodríguez (Jerez de la Frontera, 1979) es perder el tiempo; tiene claro lo que quiere y no se amedrenta al pedirlo. La rapera gaditana pasa de calentarse la cabeza y las cosas malas intenta olvidarlas cuanto antes. De hecho, tras el reciente jaleo por sus críticas a Rosalía, se niega a hablar más de ella para evitar avivar la polémica. Eso sí, sobre ella todo lo que queramos. En la atípica autobiografía que acaba de publicar, ‘Cómo ser mala‘, la artista habla sin tapujos de sus comienzos en la canción, su depresión y brotes esquizofrénicos, su infancia en Sevilla y todos los muros que ha ido derribando a lo largo de su carrera. Del barrio al Olimpo.
Mirando atrás, ¿qué consejos le darías a la Mala Rodríguez de 20 años?
Mi único consejo sería que disfrute de la vida. No me arrepiento de nada, la verdad.
En el libro hablas de la difícil situación económica que viviste en tu infancia. ¿Algún episodio que recuerdes con especial crudeza?
Ay, es que yo las cosas malas siempre las olvido. Me quedo con lo bueno, por eso creo que soy más feliz. Lo mejor de mi infancia fueron mis amigos y amigas, mis primas, poder estar en libertad y mucho tiempo en el campo… Sin duda, estar con la familia es lo que más feliz me ha hecho. Ahí tengo un back up de felicidad muy grande.
Después de tanto tiempo, ¿hay letras de algunas de tus canciones con la que ya no coincidas?
No, la verdad es que las escucho y conecto con todas.
“Los artistas vivimos momentos de muchos altibajos, es complicado tener una estabilidad”
Las luchas de los afroamericanos y los latinos están en la esencia del rap. ¿Hay que haber vivido injusticias para escribir letras auténticas?
A ver, esto es un tema amplio. Primero defíneme auténtico.
Algo con pasión, que hable desde el corazón…
Pues entonces tienes que vivirlo. Si no, puedes hacer una copia muy buena, también. Pero yo entiendo que hay que vivirlo para sentirlo, pero tampoco lo sé. Hay muchas personas que interpretan a Mozart que flipas, ¿sabes? Aunque bueno, no lo escriben, lo interpretan… Muy complicada esa pregunta, necesitaríamos estar aquí hablando cuatro horas y media. A mí tipo test –bromea–.
Entre ‘Alevosía’ y ‘Malamarismo’ llevas cuatro años viajando sin parar. ¿Qué países te marcaron más y como influyó todo esto en tu persona y tu arte?
Me han marcado las personas que he conocido en esos países, sobre todo en Puerto Rico porque allí tengo muchos buenos amigos y amigas. Fue el primer lugar que visité y allí tengo una grandísima amiga que ha formado parte de mi vida luego. También en Chile, en Colombia… Hay muchos momentos bonitos que he vivido en muchos lugares.
Sobre Rosalía: “Mi publicista me ha dicho que esas preguntas no las conteste para no seguir alimentado al monstruo”
En el libro hablas también sobre la depresión y brotes esquizofrénicos. ¿La fama y estar expuesta complican estos trastornos?
Obviamente, de hecho, hay un libro que habla solo de la relación entre artistas y depresión. Es una situación real y creo que es porque vivimos momentos de muchos altibajos. Es complicado tener una estabilidad.
¿Deberían los personajes públicos normalizar estas enfermedades para romper tabúes?
Claro, siempre que sea algo positivo para otras personas. Creo que hoy en día todo el mundo está normalizando lo que nos pasa habitualmente. Si te duele el brazo, lo mismo que si te duele la cabeza y si estás triste y no te apetece salir, tienes que ir al médico.
En los inicios de tu carrera viviste el auge de la piratería, algo que dices que te ayudo a hacerte más popular. ¿Por qué?
Porque en esos momentos las discográficas editaban un álbum diferente en cada territorio y tú no podías ir ningún sitio a hacer promoción hasta que eso pasaba. Sin embargo, con esa cosa libre tú podías escuchar lo que te diera la gana y cuando te diera la gana. Es como hoy con Spotify. Entonces, mi música llegaba antes de que yo llegara a los sitios. Me pasaba que a lo mejor iba a un concierto a Uruguay y todo el mundo se sabía las canciones sin tener yo un disco editado allí. ¡Era lo más loco de la vida! Pasó en toda América, fue increíble. Estaban aquí diciendo que la piratería no sé qué y yo diciendo: “¡Viva la piratería!”.
Lo que pones a malas a Mala Rodríguez
Respecto a toda la polémica desatada en el tema de Rosalía, ¿crees que los haters y los propios medios habrían actuado igual de ser dos hombres?
Ay, es que mi publicista me ha dicho que esas preguntas no las conteste, sorry. Más que nada para no seguir alimentando el monstruo.
De todo lo que se ha dicho de ti, ¿qué es lo que más te ha ofendido?
Por ejemplo, cuando saqué en 2015 el vídeo de la canción Mátale, donde salgo con dos coletas, decía: “Ay, pero esta que hace con dos coletas”. Cosas así que me parecen muy ridículas, machistas o de falta de educación. Ese tipo de comentarios los he vivido mucho, como que siempre te dicen que a dónde vas con esas pintas. A mí no me gusta que me digan como me tengo que vestir o actuar porque yo voy como quiero. A quien no le guste pues que no mire.
“Al principio alguno sí me decía: “Ah, ¿tú qué haces? ¿Rapeas?”
En el libro cuentas que desde pequeña te decían obscenidades por la calle.
Ah, sí. En Sevilla es que están, o al menos en esa época estaban, todos muy salidos. Yo no sé si siguen así, pero la verdad es que cuando he hablado del tema con amigas siempre todas tienen una historia que contar de esas. Es curioso, pero ya cada vez nos estamos apropiando de más espacio y eso es bueno.
¿Has tenido que lidiar con mucho machismo en lo profesional?
En la industria la verdad es que no he sentido machismo. Cuando empecé todo lo que sentí fue más bien apoyo. Sí que es verdad que al principio alguno sí me decía: “Ah, ¿tú qué haces? ¿Rapeas?”. Se reían un poco o te menospreciaban, pero en el momento en que yo me puse en pie, se acabó. Entiendo que todo eso del menosprecio le sirve a uno para coger más fuerza y ponerse con más ganas. A mí me gustan los obstáculos.
¿Cuáles son las injusticias sociales que más te cabrean?
Mira, te voy a decir una cosa. Lo más jodido de una injusticia es la persona que la comete, así que es mejor sufrirlas que cometerlas. O sea, que tampoco me pondría muy a malas sufrir una injusticia. Y tampoco puedo decir que alguien me pueda caer mal por algo, es la energía de la gente lo que hace que te lleves bien o no con la gente.