Son las ocho y media de la mañana y la capital andaluza ya lleva un rato despierta. Según el móvil, estamos cerca de la Puerta de la Macarena, así que decidimos pedir un taxi hasta la casa de Beret, lugar en el que hemos acordado comenzar este reportaje. Por delante tenemos media hora de camino, perfecto para repasar las últimas ideas de la entrevista y que mi compañero revise que todo el equipo de grabación está listo. Durante el trayecto atravesamos parte de lo que fue la Expo de Sevilla del año 1992. Es curioso cómo el óxido y el tiempo hacen mella en lo que un día fue la inspiración de buena parte de la ciudad. “Esto está todo descuidado, es una pena”, nos llega a decir el conductor.
Dejamos la urbe atrás y nos adentramos en una zona de chalets aparentemente tranquila y familiar. En la puerta de uno de ellos nos recibe Pablo, el road manager de Beret. Él se encarga de gestionar su agenda y compromisos con los medios de comunicación. Dentro, en el salón, se encuentra Fran, que es como nos pide que le llamemos. Dice que lleva poco tiempo viviendo ahí y que, por eso, muchas partes de la casa aún están por amueblar, lo que le da un toque “minimalista” al hogar. Echando un vistazo a mi alrededor, se me hace raro que una estrella musical emergente pueda vivir en un lugar tan tranquilo y no en el epicentro de la ciudad. “Para mí es complicado pasear por Sevilla. La fama es algo que aún me cuesta gestionar, me pongo muy nervioso cuando me encuentro con fans. No me gusta ir a un sitio y que todo el mundo esté pendiente de mí”, algo imposible en estos momento, según explica.
¿Aquí es donde te refugias cuando la música no lo ocupa todo?
Sí, me gusta estar en casa tranquilo. Me pongo alguna serie, leo o aprendo a tocar el piano. Ahora mismo estoy muy enganchado a Netflix y ‘Black Mirror’, me gustan ese tipo de series que no son para pasar el rato, sino que te exigen mucho más, te rompen la cabeza.
“Terminé primero de Bachillerato y pasé de no tener claro cuál iba a ser mi futuro a comprarme una casa”
Tras grabar algunas tomas para el reportaje en vídeo, recogemos las cosas y nos encaminamos a una entrevista con los compañeros de Canal Sur. Durante lo que queda de día David y yo seremos la sombra de Fran. Adonde vaya él, nosotros le seguiremos. Repaso mis notas y veo que el chico que camina junto a mí con apenas 22 años tiene dos discos de oro, 334 millones de visualizaciones en Youtube y casi cuatro millones de oyentes mensuales en Spotify. Y todo eso en apenas cuatro años. Sin embargo, me llama poderosamente la atención su normalidad, el modo en que afronta esta locura. “Yo empecé rapeando frente al río Guadalquivir con un grupo de colegas con los que me juntaba los viernes. No he tenido formación musical, siempre he ido por mi lado. Un día estaba en mi habitación con un micrófono de 60 euros y al otro, sin darme cuenta, la gente se paraba a hacerse fotografías conmigo. Mi carrera ha sido pura ansiedad y nerviosismo. Apenas he tenido tiempo de percatarme de lo que ocurría”, confiesa mientras sonríe.
¿Tienes miedo de que tu carrera musical no te deje hacer cosas propias de tu edad?
Choca un poco el hecho de que con 22 años tenga la responsabilidad de hacer las fiestas y no disfrutarlas. Llevo una vida que
no se corresponde con mi edad, he tenido que aprender ciertas cosas muy rápido. Terminé primero de Bachillerato y tuve que aprender a ser mi propio jefe, a trabajar y dar trabajo a más gente. Pasé de no tener claro cuál iba a ser mi futuro a comprarme una casa —ríe–.
Inconvenientes de la fama
Se acomoda tranquilo mientras el cámara de la televisión andaluza termina de montar el equipo, bromea con los que estamos allí y le pide a Pablo, su manager, que le preste sus gafas de sol porque la luz le está cegando. Son las 12:30 horas del mediodía y el astro rey está en su punto más alto. “Hay muchas entrevistas que las disfruto, la mayoría, pero luego también hay momentos que son más difíciles de llevar. Me toca la moral que haya periodistas que vayan a pillar o me prejuzguen por mi edad. Una vez me preguntaron en tono irónico: ‘Ya que te consideras un poeta, ¿puedes decir algunos autores de referencia?’ Esa pregunta tenía como finalidad que yo dijera algún nombre mal o me quedara sin respuesta. Yo escribo, pero no he leído a casi ningún autor relevante en mi vida. Leo, sobre todo, psicología, que es lo que me interesa”, afirma algo descontento.
Entiendo en ese momento que no debe ser fácil asumir esa exposición mediática de forma tan repentina, sabiendo que cada palabra que digas será examinada con lupa. “Yo soy una persona muy introvertida, me dan miedo muchas cosas, pero exponerme de ese modo es lo que más. Sufro ansiedad, así que imagina cómo es. Me lo tomo como un duelo, es un reto que me obliga a no quedarme en casa”, dice. La primera vez que le ocurrió no sabía qué le pasaba, se alteraba sin motivo en el autobús o frente al ordenador y solo sentía cómo se le disparaban las pulsaciones. “Hablo de la ansiedad porque creo que es bueno para normalizarlo. El tipo de vida que llevo me enfrenta a ella muchos días y eso es bueno, porque de otro modo me vencería. Cuando lo puse en Twitter recibí miles de mensajes de personas a las que les ocurría lo mismo. Me sorprendió muchísimo porque hasta ese momento no conocía a nadie que lo sufriera, era como un tema tabú”, explica.
“Las mejores canciones son las que escribo en media hora, las que vomito del corazón al papel”
Paseando junto al Guadalquivir, Fran habla sobre la paz y tranquilidad que le transmite el río, aunque ahora no lo frecuenta. Un grupo de adolescentes le para y le pide una foto, él acepta encantado. Asegura que es lo normal. Aprovecho ese momento para conversar sobre el uso que hace de las redes sociales, donde solo en Instagram cuenta con casi de 900.000 seguidores. “Me paso mucho tiempo pegado al móvil —ríe—. Estoy todo el rato con el WhatsApp, Instagram o Twitter, aunque no suba nada. Para mí es interesante saber lo que ocurre y lo piensa la gente en cada momento. Me motiva mucho cómo las canciones se hacen virales y el número de reproducciones se dispara. En cuanto a los haters, solo puedo decir que me dan igual porque diga lo que diga me van a criticar. Lo importante es estar seguro de quién eres y yo lo estoy. Sé que cualquier cosa que ponga le puede sentar mal a alguien así que para qué cambiarlo”, comenta.
¿Qué te parecen las covers de tus temas que sube la gente a redes?
Es algo que me encanta porque muchos cogen la esencia del tema y lo adaptan a su forma, lo llevan a su terreno. Me gusta mucho oír las canciones desde los sentimientos y particularidades de cada uno. No hablo solo de la voz, sino a nivel instrumental, cómo la gente incorpora un violín o un piano, me alucina.
Música para el alma
Tras pasear por algunos de los lugares más emblemáticos de la ciudad hispalense, nos dirigimos a comer a un bar frecuentado por la familia de Beret. Allí nos espera su padre y dos de sus mejores amigos. Durante el camino compartimos gustos musicales. Habla de Ricardo Arjona, Manuel Medrano o Morodo. No le gustan las etiquetas musicales. A su manera de ver, las canciones te atrapan o no. Eso es todo. “Las mejores canciones son las que escribo en media hora, las que vomito del corazón al papel. Vuelve, Lo siento o Cóseme salieron así. Me sorprende cómo los mejores temas son aquellos en los que menos tiempo empleas”, reflexiona.
En la terraza del Bar Las Palmeras, en el barrio de Nervión, la comida transcurre entre risas cómplices, guiños y bromas. “Es muy fácil decirlo ahora, pero este chico es el futuro Alejandro Sanz”, comenta ‘Monkey’, uno de sus mejores amigos. Durante casi dos horas hablamos de la fama, los inicios y alguna que otra anécdota con fans. “Mucha gente le tiene idealizado, pero es una persona normal como otra cualquiera. La gente se cree que le conocen por escuchar sus temas, pero no es así, no es ningún doctor amor”, cuenta Iván, una de las personas que apoyó a Beret para que subiera sus primeros temas a Youtube.
Son las nueve de la noche y después de un día entero con Fran —a estas alturas se me hace raro llamarlo Beret— me doy cuenta de que su cara ha cambiado, está más serio y concentrado. A pocas horas del concierto la gente ya se agolpa en la entrada de la sala y me pregunto qué debe pasar por su cabeza. Imagino que será una mezcla de responsabilidad, nervios y alegría. “Si hoy estamos aquí es por Beret. Él es el alma, la parte oculta que ha terminado con mis miedos, aumentado mi confianza y mis posibilidades”, responde. Unas posibilidades que se traducen en colaboraciones con gente como Sebastián Yatra, Aitana de ‘Operación Triunfo’ y en un nuevo disco para 2019 de la mano de Warner. “He ganado en profesionalidad. Antes estaba yo solo y ahora trabajo con 30 personas. Me encanta que haya gente en la discográfica que sin conocerme de nada se haya hecho fan de mi trabajo”, explica antes de hacer las últimas pruebas de sonido.
“Cambié mi imagen por mi abuela, no porque me vendiera a la industria ni nada de eso”
Viste camiseta blanca, vaqueros grises y una chupa de cuero que le acompaña en todo momento. Deambula de un lado a otro del escenario; se para, medita y analiza. “Súbeme guitarras, bájame piano”. A mi lado, un técnico obedece órdenes sin descanso, sube y baja faders, pulsa botones de colores y observa con detenimiento los medidores. Mientras, algunas chicas intentan colarse en el camerino para verlo de cerca. El chico joven y despreocupado que en su momento llevaba rastas y cantaba reggae por una webcam ha dado paso a un artista más melódico y pausado. “Durante estos años he madurado, ahora tengo mayor solidez. Cambié mi imagen por mi abuela, no porque me vendiera a la industria ni nada de eso. Lo he explicado muchas veces y aún así la gente me sigue preguntando”, comenta entre risas.
El reloj alcanza las 04:30 de la madrugada cuando el concierto de Beret concluye y la gente reclama más canciones. “¡Otra, otra!”, piden los cientos de espectadores que se aglutinan en torno al escenario de la sala. Sin embargo, el trabajo ya está hecho y Fran se encuentra en el camerino, aún con las emociones a flor de piel, arropado por sus familiares y amigos, los mismos que le han acompañado todo este tiempo y viven su viaje junto a él. Desde su canal de Youtube, frente al escritorio de su antigua casa, hasta los escenarios de todo el mundo delante de cientos de personas. ¡Ojo! Que nadie le despierte porque su sueño aún no ha terminado.
**Artículo originalmente publicado en el número 52 de Vis-à-Vis. Pide tu ejemplar en papel en tienda.ploimedia.com o descarga la edición digital interactiva para iOS o Android.