En agosto de 1961, el ruso Gherman Titov se convirtió en el primer humano en ingerir alimentos en el espacio a bordo de la nave Vostok 1. Su menú: tres tubos parecidos a los de pasta de dientes con 160 gramos de puré de carne y salsa de chocolate. Desde entonces, la comida de los astronautas ha evolucionado mucho, aunque pocos experimentos han sido tan sonados y curiosos como el orquestado por la marca Coca-Cola en 1984. Con el objetivo de ofrecerles más opciones de bebidas, la compañía de refrescos desarrolló una lata diseñada para dispensar el líquido de su interior en condiciones de microgravedad, ya que de lo contrario las burbujas podían escaparse y flotar por la nave. O lo que es peor, pasar por el sistema digestivo del astronauta y, en lugar de ser expulsadas como en la Tierra, causar efectos secundarios adversos.
El invento fue lanzado en la misión 51-F del transbordador espacial en julio de 1985 para que los miembros de la tripulación testaran los dispensadores y realizaran una prueba de sabor. Como era de esperar, cuando Pepsi, el gran competidor de Coca-Cola, se enteró del experimiento, quiso hacer lo mismo y desarrolló su propia lata espacial. Sin embargo, los resultados de las pruebas fueron “mixtos” y la NASA no añadió ninguna bebida carbonatada a su lista de alimentos permitidos para el consumo de los astronautas. Y así sigue siendo. Hasta la fecha, lo único que pueden beber estando de misión espacial es agua, zumo de naranja, limonada, café y té, que se proporcionan en bolsas selladas al vacío. Y, por supuesto, nada de alcohol. Así que lo de Coca-Cola se quedó en puro marketing, aunque del bueno, eso sí.
¿Qué fue de la lata?
Quien lo desee puede verla, ya que forma parte de la exposición Moving Beyond Earth, en el National Air and Space Museum de Washington (Estados Unidos).