Una de las cosas que más nos diferencia de generaciones pasadas es la facilidad para visitar otros países. Las compañías aéreas low cost, las iniciativas estilo Airbnb y los operadores turísticos han promovido como nunca antes los viajes al extranjero. Muchos jóvenes se lanzan a recorrer el mundo y raro es el treintañero que no haya visitado, como poco, un par de países. Pero dos o tres décadas atrás, salir del propio país no era algo al alcance de la mayoría. Las vacaciones se reducían a unos días en el pueblo o, para los más afortunados, en campings playeros como el Butlin’s.
Esta especie de resort playero made in UK es para los británicos sinónimo de descanso y diversión. En sus casi 90 años de historia ha sido el destino vacacional preferido de miles y miles de familias inglesas. Ahora, espoleado por la nostalgia, Barry Lewis ha rescatado en su libro ‘Butlin’s Holiday Camp 1982′ (de la editorial Hoxton Mini Press) las fotografías que hizo en 1982 para un reportaje de la revista Observer. Aunque la historia de este fotógrafo británico con el hotel comenzó en la década de los 60, cuando siendo tan solo un chaval visitaba una semana al año el resort con su hermana y sus padres.
Fundado por el empresario Billy Butlin en 1936, Butlin’s buscaba ofrecer a los ingleses una alternativa a los caros resorts playeros que estaban fuera del alcance de la mayoría. Su idea era crear un balneario en miniatura, un mundo de fantasía cerrado donde sus residentes se hicieran eco de la vida de los ricos y famosos que veían en las películas. De hecho, dos años después de su apertura se aprobó la ley de las vacaciones pagadas y el camping comenzó a ser popular entre el gran público. Así, por 1,75 libras a la semana (unos 2 euros de ahora) los huéspedes tenían tres comidas diarias y una gran oferta de entretenimiento. De hecho, la inauguración fue presentada por Amy Johnson, la primera mujer en volar sola de Londres a Australia.
En esta dinámica de espectáculo, los resorts bajo el sello Butlin’s comenzaron a incorporar su propia banda de música que tocaba en los salones de baile canciones propias. Y luego estaban los Redcoats (algo así como los Casacas Rojas), aspirantes a artistas que se encargaban de amenizar el día a día de los residentes. El primero de todos los resorts de la cadena —y donde Barry Lewis tomó sus instantáneas— fue el de Skegness, un pueblo costero al este de Manchester. El mismo sistio donde un jovencísimo Ringo Starr tocó la batería para la banda del hotel hasta que Paul McCartney y John Lennon le propusieron unirse a los Beatles.
Este primer complejo vacacional tenía un aire art déco y organizaba muchas actividades infantiles para que los padres pudieran desconectar, divertirse con amigos y disfrutar sin preocuparse por los niños. El propio Barry Lewis fue uno de estos chicos de “juegos de verano” que en el Butlin’s participó en bailes, competiciones deportivas y fiestas de disfraces. Todo con el objetivo de entretener a estas familias de posguerra. El fotógrafo guardaba tan buenos recuerdos de ese lugar que, antes de entrar en la Universidad, quiso trabajar en el Butlin’s de Bognor Regis durante dos meses. Esto le permitió familiarizarse más aún con la dinámica del resort, algo que le fue muy útil cuando 15 años después volvió a realizar su reportaje fotográfico.
Las fotos rescatan un pasado sin estrés ni ‘postureo’ vacacional donde la alegría y la dejadez son las protagonistas indiscutibles. Sin embargo, Lewis recuerda que su regreso 15 años después le causó un gran shock, ya que se encontró con una imagen más propia de un campamento militar que de un alojamiento de lujo. El encanto de antaño se había desvanecido y un aire kitsch empañaba todos sus recuerdos. Los chalets en línea recta, los atuendos de los huéspedes abandonados al dolce far niente y las vallas de púas transformaron los años dorados del resort.
Pese a la pérdida del glamour de sus inicios, el Butlin’s ha logrado sobrevivir al paso de las décadas. Aún hoy sigue siendo sinónimo de vacaciones para muchas familias que prefieren refugiarse unos días en un mini mundo de piscinas, animadores disfrazados, bailes y cenas antes que turistear por su cuenta. Además del original de Skegness, actualmente están también el de Minehead y Bognor Regis. En los últimos años han experimentado un aumento de visitantes por el Bréxit, el debilitamiento de la libra en el extranjero y el miedo al terrorismo. Al final, como en casa, en ningún sitio.